EL TERRORISMO COMO EXPRESIÓN MÁXIMA DE LA INTOLERANCIA
A 30 años del atentado, Gualeguaychú revive el horror en AMIA: “El dolor es por la impunidad”
Fueron 85 las vidas que se perdieron y más de 300 personas quedaron heridas. Fueron unas mil las familias destruidas por uno de los atentados más crueles que vivió Argentina. La Asociación Israelita de Gualeguaychú recordará hoy aquel momento de horror, con una muestra fotográfica inédita.
Por Mónica Farabello
El 18 de julio de 1994, la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) sufrió un atroz atentado que se cobró la vida de 85 hombres y mujeres. Unas 300 personas terminaron heridas, mientras que todo el pueblo argentino sintió la herida de semejante acto de odio e intolerancia.
A 30 años de aquel día de tanto dolor, la Asociación Israelita en Gualeguaychú, recordará el atentado y honrará a sus muertos. Lo harán con una interesante muestra fotográfica que fue enviada directamente desde la AMIA.
La muestra será libre y gratuita y estará abierta este jueves 18 desde las 10 hasta las 12:30 del mediodía. “Según la cantidad de gente que esté interesada, volveremos unas horas a la tarde, desde las 16”, contó una de las organizadoras.
EL ARGENTINO conversó con Sarita Kesselman, una de las referentes de la Asociación local. Contó que el objetivo es que “mucha gente la vea; para que recuerden, para que nos apoyen. Es traer memoria, memoria, memoria. Es recordar siempre porque, lamentablemente, todo sigue impune”.
Sarita, ya cumplió sus 76 años, y carga una historia de recuerdos y dolores que comparte con toda la comunidad.
“Sigo sin entender el terrorismo. Ese día yo estaba en mi casa y una amiga me dijo que prensa el televisor. ‘Mira lo que pasó en la AMIA’, gritaba”, comenzó a rememorar la mujer.
Como una de las peores coincidencias, “mi hija, que recién llegaba a Buenos Aires para estudiar, me dijo ese mismo día que se iba a la AMIA a pedir trabajo. Ahí comenzó mi desesperación, porque yo estaba mirando en la televisión y no tenía ningún comunicado de mi hija; no sabía nada”, relató Sarita, en un contexto donde los celulares y la comunicación instantánea, todavía no era una realidad.
Para fortuna de Sarita, su hija había cambiado los planes: Antes de ir a la AMIA, decidió ir a comprarse un pantalón a la zona de Cabildo. Eso hizo que el destino lo cambie todo.
“Ella ni se enteró hasta que empezó a escuchar los comentarios de la gente”, recuerda la madre angustiada. “Porque cuando uno le pone nombre, cara e historia, la tragedia es superior. En cambio, cuando dicen: 85 muertos, 300 heridos, quedaron mil familias destrozadas, la gente escucha números y nada más, pero cuando te dicen: esta es tu familia, es esta persona que era tu amiga, tu familia, que tenía hijos, entonces duele un poco más”.
Una muestra de antisemitismo
“Hay que ser para sentir”, dice Sarita, es una pequeña frase que engloba un universo de sentires.
Asegura que el dolor de AMIA lo siguen sintiendo, y lo seguirán sintiendo. “Es algo que ha sacudido a la comunidad entera internacional. A veces dicen: ‘le pasó a los argentinos’. Sí, les pasó a los argentinos en una institución judía. Esto fue una muestra más del antisemitismo y del terrorismo. Por eso, cada año se renueva el dolor por la impunidad; se encontraron los culpables pero no fueron condenados. Si estuviesen pagando lo que hicieron, los muertos descansarían en paz y las familias estarían un poco aliviadas de esta repetición año a año del dolor y de gritar ‘memoria, memoria, memoria’”.
Para finalizar, aseguró que la Justicia no hizo bien las cosas, y que todos los gobiernos no supieron darle respuestas a la comunidad. “El manoseo fue para tapar. Y la Justicia miró para otro lado. Estuvo involucrada en algo y no llegó a resolver nada. Por algún motivo fue y eso es lo que queremos que se esclarezca”.
Un héroe de Gualeguaychú
El bombero César Gómez fue uno de los rescatistas que trabajó en aquel atentado. El gualeguaychuense fue bombero voluntario desde el año 1981. A los nueve años comenzó a dar vueltas por el cuartel.
César tenía 27 años y aún no era padre. Justo ese 18 de julio estaba de franco en una época donde no existía el celular, por lo cual, le llegó a su departamento una citación escrita.
Cuando llegó a su casa, su señora se lo muestra y le dice: "Hubo una explosión en el centro. Convocan a todos los bomberos".
El bombero de la ciudad también asistió en el atentado a la Embajada de Israel. Con esa experiencia, corrió hacia el cuartel; hasta que llegaron a la AMIA. “Había polvo, humo. Todavía caían restos de mampostería. Derrumbes, estructuras colapsadas. La mayor cantidad de los bomberos estaban trabajando concretamente en lo que era el escenario de lo que había quedado de la Embajada. El jefe a cargo fue distribuyendo tareas a medida que íbamos llegando nosotros. Obviamente estuvimos a minutos de lo ocurrido. Nos enviaron directamente a la zona del atentado. Ahí recibimos la orden de la dotación en la que yo participé, de realizar una inspección en todo lo que era la parte de enfrente. Concretamente en la iglesia”, relató años atrás en una entrevista.
César continuó brindando su experiencia en el cuartel de Gualeguaychú, y año a año rememora esta historia que sin dudas, marcó su vida para siempre.