Descubridor de pájaros y coleccionista
Entrevista al doctor Mateo Zelich
“Hay que entender que la diversidad del planeta es lo que permite la existencia”
El doctor Mateo Zelich es un prócer viviente para los conservacionistas y los amantes del cuidado del medioambiente.
Descubrió en su pueblo natal, Liebig, a una especie de pájaro que hasta entonces se desconocía en el mundo científico y hoy lleva su apellido. Se trata del pájaro conocido científicamente como Sporophila Zelichi, un Capuchino de collar blanco. El propio Zelich asegura que vio otras tres especies derivadas de ésta, pero de collar negro.
A sus 87 años, ya en una silla de ruedas, recibió a EL ARGENTINO en la mañana del jueves, en su casa de Liebig. Lo primero que hay que decir es que más que una vivienda familiar, es un inmenso museo donde se exhiben colecciones de mariposas e insectos como hay pocos en el mundo entero.
Sus vecinos más memoriosos recuerdan que a don Mateo Zelich era común verlo de niño internarse en el monte vecino y regresar con los bolsillos llenos de misterios: semillas, insectos, mariposas…
De joven fue un gran aventurero, y como muchos conservacionistas antes fue un experimentado cazador, especialmente de serpientes.
Don Zelich confiesa que de niño en vez de ir a jugar a la pelota, le encantaba ir a la biblioteca del pueblo y leer libros de ciencias naturales. Se define como un gran admirador de Charles Darwin y asocia su vocación de médico a ese vínculo con la vida y la ciencia.
Actualmente atesora una de las colecciones de insectos y mariposas más grande del mundo por su variedad y su rareza.
Su vivienda en Liebig es singular y propia de este pueblo. De neto estilo inglés, desde la vereda un cartel orientador e indicador dice –a manera de recepción- “Butterflies”, y con esa palabra se construye el umbral o la anticipación de lo que este hogar guarda entre sus paredes.
Mateo Zelich espera a EL ARGENTINO en la puerta de su vivienda, sentado en su silla de rueda, sigue siendo un hombre corpulento y vigoroso a sus 87 años. Le gusta remontarse a sus años de médico rural y mezclarla con su otra pasión por la vida: la colección de insectos y mariposas que hoy –como fue siempre- son su desvelo
Las vitrinas no sólo contienen estas maravillas de la entomología, sino también conviven con otras donde se atesoran restos fósiles, cascarones de dinosaurios herbívoros que habitaban el sur de América, una gigantesca muela de mastodonte, víboras conservadas en frasco y formol, innumerables elementos petrificados y objetos que exhiben su paso milenario por la tierra.
Los colores de las mariposas coleccionadas dan cuenta de un mapamundi: hay de los cinco continentes y de los más recónditos lugares de la tierra. Madagascar, España, el Amazonas, India, Japón, China, Italia, Malasia, Perú, Bolivia, todas tienen nombres específicos que don Zelich las pronuncia como llamándolas para que vuelvan a volar.
Lo mismo con los insectos, especialmente los escarabajos y coleópteros de toda clase y lugar.
En el diálogo que mantuvo con EL ARGENTINO, recuerda cómo descubrió por primera vez para la humanidad a ese Capuchino blanco que hoy lleva su nombre: Sporophila Zelichi y deja parte de su pensamiento.
-¿Cuándo y dónde nació?
-Mis padres cuentan que me hicieron en el Cerro de Montevideo, pero nací en Pueblo Liebig, porque ellos se trasladaron por razones de trabajo. Nací el 3 de mayo de 1924. A mi madre la atendió una mujer francesa que hacía de partera. Mi nombre completo es Mateo Ricardo, pero mis padres me quisieron llamar Mirko como a un tío, hermano de mi padre, pero no lo dejaron en esos años.
-¿Estudió en Liebig?
-Soy la primera promoción de la escuela primaria de Liebig. Recuerdo a la señorita maestra Aurora Comte, una mujer ya de edad, pero que nos daba las primeras clases. Era soltera y se caracterizaba por su bondad. Luego recuerdo a Sarita Kamermann, que como buena alemana del Volga tenía una mezcla de dulzura con dureza, donde prevalecía el cariño.
La secundaria la hice en Concepción del Uruguay. Soy fraternal e incluso fui celador de La Fraternidad, lo que también me llena de orgullo en mi época de formación.
-¿Y cómo llega a estudiar Medicina?
-Me gustaban en general todas las ciencias naturales, todo lo que estuviera relacionado con la vida en la tierra. Pero me incliné por la Medicina. Estudié en Rosario y soy egresado de la Universidad Nacional del Litoral. Me recibí y me radiqué en Concepción del Uruguay, donde estaban mis padres. Ellos eligieron esa ciudad para poder hablar el idioma croata con los dueños de la fábrica de Marcela y Lusera, que en esos años eran muy famosos.
-¿Y cómo fue descubrir una especie nueva de pájaros en pleno siglo XX?
-Descubrí cuatro Sporophila, aunque solamente hay registrado por el momento uno solo y que lleva mi apellido: la Sporophila Zelichi. A ese pájaro lo venía observando desde la infancia. Sabía que no estaba en los libros, porque lo rastreé por años y años y nunca lo pude encontrar. De chico sabía o intuía que estaba frente a una especie nueva. Desde la infancia lo venía estudiando. Mi padre tenía uno en cautiverio, en una jaulita y cuando le prendíamos la luz de noche, cantaba que era una hermosura.
-¿Cuándo se reconoce que era una especie que no estaba registrada?
-En la década del ´60. He trabajado mucho con insectos y había aprendido que en ellos hay muchas formas diferentes. Incluso en una misma especie pueden darse formas totalmente distintas y sin embargo, son las mismas. Ya era médico cuando se me reconoce este descubrimiento. Estaba trabajando en ovología, estudiando los huevos de las aves en los departamentos Colón y Uruguay cuando la comunidad científica mundial me da la noticia. Ya había hecho una lista de especie, agregando cuarenta nuevas especies que antes no estaban aunque eran reconocidas en el mundo y que se conoció a la década siguiente, en la del setenta.
-¿Cómo aprende a observar?
-De niño ya era curioso y descubría diferencias. Pero fue la medicina la que me dio la práctica de observador. Era médico en la colonia, en la zona rural, de campo, y con solo ver a la gente ya me daba cuenta qué podía estar sucediendo. Y sobre este pájaro era notorio que tenía un cuello blanco y el lomo en vez de ser azulado tirando a gris era rojizo amarronado. Vinieron a ver al pájaro y no pudieron creer lo que estaban viendo. Con mi apellido hay más de cincuenta insectos que llevan esa marca. Y lo que tengo más son avispas sin alas, mutilas. Más de una docena tengo descubiertas.
-¿Cómo avispas sin alas?
-Sí, una especie cuyas hembras no tienen alas, a diferencia de los machos. Y las hembras tienen muy lindos colores y andan por el suelo de manera muy rápida.
-¿Ha hecho museo de mariposas?
-Sí, es una colección única en el mundo. De hecho tengo mariposas de todas partes del planeta, con especies muy raras de ver y difícil de criar. Algunas las he obtenido por medio de canje entre especies y muchas las he criado.
-¿Cuándo decide radicarse de nuevo en Liebig?
-Cuando como médico decido no hacer más partos, dado que ejercía todas las especialidades de la medicina, menos oftalmología por la cuestión de los aparatos. Mi fuerte era la obstetricia. En toda mi carrera como médico jamás perdí un parto y no tengo ningún fallecimiento de bebé ni de mamá. Eso me enorgullece porque es vida. Para mí la vida es sagrada. Sentí la necesidad de volver al pago de la infancia, porque el lugar donde uno nace es la tierra más linda. Recuerdo que cuando iba al monte, mis bolsillos venían cargados de semillas de pitanga, ubajay y otros frutos y hoy disfruto de sus sabores.
-Al principio dijo que había descubierto otras tres especies de pájaros, aunque tiene uno solo reconocido.
-Sí, ya no pueden llevar mi nombre porque se ha registrado la especie Sporophila Zelichi. Se trata del Capuchino de collar blanco, un pájaro en riesgo de extinción que habita la ribera del río Uruguay. Pero he descubierto otra variedad de esta especie: una que, en vez de tener el cuello blanco, lo tiene negro. De joven ya intuía que podía existir esta variedad. Fue instinto puro hasta que me topé con la evidencia. En mi vida he visto cuatro, dado que no es fácil encontrarlo… pero están documentados y eso es lo que vale. Una vez me avisaron que encontraron uno en Médanos, al sur de la provincia.
-¿El que lleva su apellido es común verlo?
-No, es muy raro. Y es raro de observar porque está en extinción. Sobre esto hay que reflexionar mucho. Si algo se extingue, es el hombre el que se vuelve más pobre, más ignorante. Mire, creo en la teoría evolucionista, soy darwinista.
-¿Y de los pájaros cuál es el que más le gusta?
-Todos, no podría elegir uno en particular. Lo mismo me sucede cuando me preguntan por las mariposas, todas tienen una belleza que la otra no posee. Tenemos criaderos de mariposas y las traemos de todo el mundo y prestamos mucha atención a las plantas que deben comer en sus zonas de origen. Mi colección de mariposas es imposible de contar, son miles y miles. Y otras tantas están guardadas en cajones apilados en armarios, porque es imposible exhibirlas a todas por la falta de espacio.
-¿Cuándo comenzó a armar estas colecciones?
-Empecé de chico, de manera muy principiante. Luego mis primos solían romperlas o no la cuidaban como debía ser. Luego, cuando me recibí de médico tuve cuidado con los métodos de clasificación y desde entonces vengo coleccionando insectos y mariposas, entre otras cosas, porque en mi casa se pueden ver restos fósiles, piedras raras e incluso hasta un huevo de dinosaurio encontrado en la zona de Colón. Y mientras tanto fui estudiando mucho, aprendiendo de los grandes científicos. Quiero aclarar que mi colección está compuesta por elementos que jamás fueron comprados, sino que los obtenía por otras especies que cazaba o criaba.
–Se puede decir que usted pasó de cazador a conservacionista…
-Es el derrotero de muchos. Dejé de cazar. En una época iba a cazar todos los años, especialmente a Misiones. Tenía cincuenta y pico de años.
-¿Cómo perdió la pierna?
-En uno de esos viajes de cazador, en Misiones me topé con un grupo de indios bastante numeroso, que iban muriendo, cayendo como moscas. Solían tener altas fiebres. Hice el diagnóstico y me di cuenta que era poliomielitis. A las pocas semanas me la pesqué y me agarró fuerte desde el pie hasta la rodilla. Incluso me afectó la fuerza de las manos. Así anduve muchos años. Incluso me iba a otras provincias como Formosa o Corrientes para juntar insectos. Hasta que una vez ya no podía andar más y en la Villa Libertador General San Martín me tuvieron que amputar la pierna. Lo importante en la vida es andar y hacer cosas buenas. Cuando muchos en el campo dormían la siesta, yo andaba buscando por la tierra y los arroyos tratando de encontrar estas rarezas. Lamentablemente hoy por la forma de trabajar los campos y los agrotóxicos están diezmando a las mariposas y a los insectos y con ello se rompe una cadena importante para la biodiversidad. El hombre no está aprendiendo a convivir con la naturaleza. Hay que entender que la diversidad del medioambiente es lo que permite la existencia de una gran cantidad de especies y que viven en un determinado lugar y no en otro.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO ©
Descubrió en su pueblo natal, Liebig, a una especie de pájaro que hasta entonces se desconocía en el mundo científico y hoy lleva su apellido. Se trata del pájaro conocido científicamente como Sporophila Zelichi, un Capuchino de collar blanco. El propio Zelich asegura que vio otras tres especies derivadas de ésta, pero de collar negro.
A sus 87 años, ya en una silla de ruedas, recibió a EL ARGENTINO en la mañana del jueves, en su casa de Liebig. Lo primero que hay que decir es que más que una vivienda familiar, es un inmenso museo donde se exhiben colecciones de mariposas e insectos como hay pocos en el mundo entero.
Sus vecinos más memoriosos recuerdan que a don Mateo Zelich era común verlo de niño internarse en el monte vecino y regresar con los bolsillos llenos de misterios: semillas, insectos, mariposas…
De joven fue un gran aventurero, y como muchos conservacionistas antes fue un experimentado cazador, especialmente de serpientes.
Don Zelich confiesa que de niño en vez de ir a jugar a la pelota, le encantaba ir a la biblioteca del pueblo y leer libros de ciencias naturales. Se define como un gran admirador de Charles Darwin y asocia su vocación de médico a ese vínculo con la vida y la ciencia.
Actualmente atesora una de las colecciones de insectos y mariposas más grande del mundo por su variedad y su rareza.
Su vivienda en Liebig es singular y propia de este pueblo. De neto estilo inglés, desde la vereda un cartel orientador e indicador dice –a manera de recepción- “Butterflies”, y con esa palabra se construye el umbral o la anticipación de lo que este hogar guarda entre sus paredes.
Mateo Zelich espera a EL ARGENTINO en la puerta de su vivienda, sentado en su silla de rueda, sigue siendo un hombre corpulento y vigoroso a sus 87 años. Le gusta remontarse a sus años de médico rural y mezclarla con su otra pasión por la vida: la colección de insectos y mariposas que hoy –como fue siempre- son su desvelo
Las vitrinas no sólo contienen estas maravillas de la entomología, sino también conviven con otras donde se atesoran restos fósiles, cascarones de dinosaurios herbívoros que habitaban el sur de América, una gigantesca muela de mastodonte, víboras conservadas en frasco y formol, innumerables elementos petrificados y objetos que exhiben su paso milenario por la tierra.
Los colores de las mariposas coleccionadas dan cuenta de un mapamundi: hay de los cinco continentes y de los más recónditos lugares de la tierra. Madagascar, España, el Amazonas, India, Japón, China, Italia, Malasia, Perú, Bolivia, todas tienen nombres específicos que don Zelich las pronuncia como llamándolas para que vuelvan a volar.
Lo mismo con los insectos, especialmente los escarabajos y coleópteros de toda clase y lugar.
En el diálogo que mantuvo con EL ARGENTINO, recuerda cómo descubrió por primera vez para la humanidad a ese Capuchino blanco que hoy lleva su nombre: Sporophila Zelichi y deja parte de su pensamiento.
-¿Cuándo y dónde nació?
-Mis padres cuentan que me hicieron en el Cerro de Montevideo, pero nací en Pueblo Liebig, porque ellos se trasladaron por razones de trabajo. Nací el 3 de mayo de 1924. A mi madre la atendió una mujer francesa que hacía de partera. Mi nombre completo es Mateo Ricardo, pero mis padres me quisieron llamar Mirko como a un tío, hermano de mi padre, pero no lo dejaron en esos años.
-¿Estudió en Liebig?
-Soy la primera promoción de la escuela primaria de Liebig. Recuerdo a la señorita maestra Aurora Comte, una mujer ya de edad, pero que nos daba las primeras clases. Era soltera y se caracterizaba por su bondad. Luego recuerdo a Sarita Kamermann, que como buena alemana del Volga tenía una mezcla de dulzura con dureza, donde prevalecía el cariño.
La secundaria la hice en Concepción del Uruguay. Soy fraternal e incluso fui celador de La Fraternidad, lo que también me llena de orgullo en mi época de formación.
-¿Y cómo llega a estudiar Medicina?
-Me gustaban en general todas las ciencias naturales, todo lo que estuviera relacionado con la vida en la tierra. Pero me incliné por la Medicina. Estudié en Rosario y soy egresado de la Universidad Nacional del Litoral. Me recibí y me radiqué en Concepción del Uruguay, donde estaban mis padres. Ellos eligieron esa ciudad para poder hablar el idioma croata con los dueños de la fábrica de Marcela y Lusera, que en esos años eran muy famosos.
-¿Y cómo fue descubrir una especie nueva de pájaros en pleno siglo XX?
-Descubrí cuatro Sporophila, aunque solamente hay registrado por el momento uno solo y que lleva mi apellido: la Sporophila Zelichi. A ese pájaro lo venía observando desde la infancia. Sabía que no estaba en los libros, porque lo rastreé por años y años y nunca lo pude encontrar. De chico sabía o intuía que estaba frente a una especie nueva. Desde la infancia lo venía estudiando. Mi padre tenía uno en cautiverio, en una jaulita y cuando le prendíamos la luz de noche, cantaba que era una hermosura.
-¿Cuándo se reconoce que era una especie que no estaba registrada?
-En la década del ´60. He trabajado mucho con insectos y había aprendido que en ellos hay muchas formas diferentes. Incluso en una misma especie pueden darse formas totalmente distintas y sin embargo, son las mismas. Ya era médico cuando se me reconoce este descubrimiento. Estaba trabajando en ovología, estudiando los huevos de las aves en los departamentos Colón y Uruguay cuando la comunidad científica mundial me da la noticia. Ya había hecho una lista de especie, agregando cuarenta nuevas especies que antes no estaban aunque eran reconocidas en el mundo y que se conoció a la década siguiente, en la del setenta.
-¿Cómo aprende a observar?
-De niño ya era curioso y descubría diferencias. Pero fue la medicina la que me dio la práctica de observador. Era médico en la colonia, en la zona rural, de campo, y con solo ver a la gente ya me daba cuenta qué podía estar sucediendo. Y sobre este pájaro era notorio que tenía un cuello blanco y el lomo en vez de ser azulado tirando a gris era rojizo amarronado. Vinieron a ver al pájaro y no pudieron creer lo que estaban viendo. Con mi apellido hay más de cincuenta insectos que llevan esa marca. Y lo que tengo más son avispas sin alas, mutilas. Más de una docena tengo descubiertas.
-¿Cómo avispas sin alas?
-Sí, una especie cuyas hembras no tienen alas, a diferencia de los machos. Y las hembras tienen muy lindos colores y andan por el suelo de manera muy rápida.
-¿Ha hecho museo de mariposas?
-Sí, es una colección única en el mundo. De hecho tengo mariposas de todas partes del planeta, con especies muy raras de ver y difícil de criar. Algunas las he obtenido por medio de canje entre especies y muchas las he criado.
-¿Cuándo decide radicarse de nuevo en Liebig?
-Cuando como médico decido no hacer más partos, dado que ejercía todas las especialidades de la medicina, menos oftalmología por la cuestión de los aparatos. Mi fuerte era la obstetricia. En toda mi carrera como médico jamás perdí un parto y no tengo ningún fallecimiento de bebé ni de mamá. Eso me enorgullece porque es vida. Para mí la vida es sagrada. Sentí la necesidad de volver al pago de la infancia, porque el lugar donde uno nace es la tierra más linda. Recuerdo que cuando iba al monte, mis bolsillos venían cargados de semillas de pitanga, ubajay y otros frutos y hoy disfruto de sus sabores.
-Al principio dijo que había descubierto otras tres especies de pájaros, aunque tiene uno solo reconocido.
-Sí, ya no pueden llevar mi nombre porque se ha registrado la especie Sporophila Zelichi. Se trata del Capuchino de collar blanco, un pájaro en riesgo de extinción que habita la ribera del río Uruguay. Pero he descubierto otra variedad de esta especie: una que, en vez de tener el cuello blanco, lo tiene negro. De joven ya intuía que podía existir esta variedad. Fue instinto puro hasta que me topé con la evidencia. En mi vida he visto cuatro, dado que no es fácil encontrarlo… pero están documentados y eso es lo que vale. Una vez me avisaron que encontraron uno en Médanos, al sur de la provincia.
-¿El que lleva su apellido es común verlo?
-No, es muy raro. Y es raro de observar porque está en extinción. Sobre esto hay que reflexionar mucho. Si algo se extingue, es el hombre el que se vuelve más pobre, más ignorante. Mire, creo en la teoría evolucionista, soy darwinista.
-¿Y de los pájaros cuál es el que más le gusta?
-Todos, no podría elegir uno en particular. Lo mismo me sucede cuando me preguntan por las mariposas, todas tienen una belleza que la otra no posee. Tenemos criaderos de mariposas y las traemos de todo el mundo y prestamos mucha atención a las plantas que deben comer en sus zonas de origen. Mi colección de mariposas es imposible de contar, son miles y miles. Y otras tantas están guardadas en cajones apilados en armarios, porque es imposible exhibirlas a todas por la falta de espacio.
-¿Cuándo comenzó a armar estas colecciones?
-Empecé de chico, de manera muy principiante. Luego mis primos solían romperlas o no la cuidaban como debía ser. Luego, cuando me recibí de médico tuve cuidado con los métodos de clasificación y desde entonces vengo coleccionando insectos y mariposas, entre otras cosas, porque en mi casa se pueden ver restos fósiles, piedras raras e incluso hasta un huevo de dinosaurio encontrado en la zona de Colón. Y mientras tanto fui estudiando mucho, aprendiendo de los grandes científicos. Quiero aclarar que mi colección está compuesta por elementos que jamás fueron comprados, sino que los obtenía por otras especies que cazaba o criaba.
–Se puede decir que usted pasó de cazador a conservacionista…
-Es el derrotero de muchos. Dejé de cazar. En una época iba a cazar todos los años, especialmente a Misiones. Tenía cincuenta y pico de años.
-¿Cómo perdió la pierna?
-En uno de esos viajes de cazador, en Misiones me topé con un grupo de indios bastante numeroso, que iban muriendo, cayendo como moscas. Solían tener altas fiebres. Hice el diagnóstico y me di cuenta que era poliomielitis. A las pocas semanas me la pesqué y me agarró fuerte desde el pie hasta la rodilla. Incluso me afectó la fuerza de las manos. Así anduve muchos años. Incluso me iba a otras provincias como Formosa o Corrientes para juntar insectos. Hasta que una vez ya no podía andar más y en la Villa Libertador General San Martín me tuvieron que amputar la pierna. Lo importante en la vida es andar y hacer cosas buenas. Cuando muchos en el campo dormían la siesta, yo andaba buscando por la tierra y los arroyos tratando de encontrar estas rarezas. Lamentablemente hoy por la forma de trabajar los campos y los agrotóxicos están diezmando a las mariposas y a los insectos y con ello se rompe una cadena importante para la biodiversidad. El hombre no está aprendiendo a convivir con la naturaleza. Hay que entender que la diversidad del medioambiente es lo que permite la existencia de una gran cantidad de especies y que viven en un determinado lugar y no en otro.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO ©
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