Día de la Constitución Nacional Argentina
El 1° de mayo además de celebrarse a nivel mundial el Día Internacional del Trabajo, en Argentina se celebra el Día de la Constitución Nacional.
La fecha se estableció mediante la Ley 25.863, sancionada el 4 de diciembre de 2003 y promulgada el 8 de enero de 2004. Mediante esa norma, se declara al 1° de mayo como Día de la Constitución Nacional, en conmemoración de su sanción el 1° de mayo de 1853 en la ciudad de Santa Fe.
Salvo en los calendarios escolares –dado que su inclusión es obligatoria- el Día de la Constitución Nacional casi siempre pasa bastante desapercibida, incluso en las acciones y declaraciones de los cuerpos legislativos y ejecutivos.
Pero, si se establece una fecha celebratoria, en parte es para reflexionar sobre los significados, importancia y efectividad de los postulados normativos de la Constitución, particularmente, los derechos y garantías de los ciudadanos y la observancia de los valores democráticos. Por eso es importante recordar esta fecha, tan cara a los sentimientos de los argentinos.
Después de todo, luego de la Revolución de Mayo nació la imperiosa necesidad de dictar una Constitución para la Nación, que tuviera la finalidad de constituir la unión nacional, afianzar la justicia y consolidar la paz interior.
La historia enseña que la reunión inicial se desarrolló el 31 de mayo de 1852 en San Nicolás de los Arroyos, donde se logró el llamado “Acuerdo de San Nicolás”. Y el 1º de mayo de 1853 los diputados de las provincias (excepto los de Buenos Aires), reunidos en Santa Fe, sancionaron la Constitución Nacional.
Recién en el 2003 se reconoció la importancia de esa fecha y con ese reconocimiento se pone en Valor lo esencial de contar con un gobierno representativo, republicano y federal. Porque, en teoría el federalismo reconoce la autonomía de las provincias pero también la organización de un poder central.
Es gracias a la Constitución que se tiene un Poder Legislativo bicameral y un Poder Judicial independiente. Pero fundamentalmente se asegura el ejercicio de las libertades individuales y se convoca a habitar el suelo Patrio a todos los hombres de distintas nacionalidades, concediéndoles derechos civiles.
La Constitución Nacional fue reformada en 1994, en una etapa signada por el llamado “Pacto de Olivos”, donde lo esencial fue otorgar la reelección presidencial. Se modificó una parte de la estructura institucional e incorporó nuevos derechos, a partir del reconocimiento de jerarquía constitucional a los tratados internacionales sobre derechos humanos. En ese entonces, la UCR y el PJ acordaron que cada provincia tendría tres senadores, de los cuales uno representará a la minoría; se redujo el mandato presidencial de seis a cuatro años y creó que Consejo de la Magistratura para la designación de las ternas para ser nombrado juez y estableció también la necesidad de que los jueces de la Corte Suprema de la Nación ya no sea por el “dedo” presidencial sino que se haga con el Acuerdo del Senado.
El otro punto clave fue establecer una coparticipación federal de ingresos de manera más equitativa, pero esa norma es una deuda desde 1994 y no hay –por el momento- vocación política para honrar ese compromiso. Llama la atención que los hombres de la democracia contraigan una deuda democrática y no tengan vocación para saldarla.
Salvo en los calendarios escolares –dado que su inclusión es obligatoria- el Día de la Constitución Nacional casi siempre pasa bastante desapercibida, incluso en las acciones y declaraciones de los cuerpos legislativos y ejecutivos.
Pero, si se establece una fecha celebratoria, en parte es para reflexionar sobre los significados, importancia y efectividad de los postulados normativos de la Constitución, particularmente, los derechos y garantías de los ciudadanos y la observancia de los valores democráticos. Por eso es importante recordar esta fecha, tan cara a los sentimientos de los argentinos.
Después de todo, luego de la Revolución de Mayo nació la imperiosa necesidad de dictar una Constitución para la Nación, que tuviera la finalidad de constituir la unión nacional, afianzar la justicia y consolidar la paz interior.
La historia enseña que la reunión inicial se desarrolló el 31 de mayo de 1852 en San Nicolás de los Arroyos, donde se logró el llamado “Acuerdo de San Nicolás”. Y el 1º de mayo de 1853 los diputados de las provincias (excepto los de Buenos Aires), reunidos en Santa Fe, sancionaron la Constitución Nacional.
Recién en el 2003 se reconoció la importancia de esa fecha y con ese reconocimiento se pone en Valor lo esencial de contar con un gobierno representativo, republicano y federal. Porque, en teoría el federalismo reconoce la autonomía de las provincias pero también la organización de un poder central.
Es gracias a la Constitución que se tiene un Poder Legislativo bicameral y un Poder Judicial independiente. Pero fundamentalmente se asegura el ejercicio de las libertades individuales y se convoca a habitar el suelo Patrio a todos los hombres de distintas nacionalidades, concediéndoles derechos civiles.
La Constitución Nacional fue reformada en 1994, en una etapa signada por el llamado “Pacto de Olivos”, donde lo esencial fue otorgar la reelección presidencial. Se modificó una parte de la estructura institucional e incorporó nuevos derechos, a partir del reconocimiento de jerarquía constitucional a los tratados internacionales sobre derechos humanos. En ese entonces, la UCR y el PJ acordaron que cada provincia tendría tres senadores, de los cuales uno representará a la minoría; se redujo el mandato presidencial de seis a cuatro años y creó que Consejo de la Magistratura para la designación de las ternas para ser nombrado juez y estableció también la necesidad de que los jueces de la Corte Suprema de la Nación ya no sea por el “dedo” presidencial sino que se haga con el Acuerdo del Senado.
El otro punto clave fue establecer una coparticipación federal de ingresos de manera más equitativa, pero esa norma es una deuda desde 1994 y no hay –por el momento- vocación política para honrar ese compromiso. Llama la atención que los hombres de la democracia contraigan una deuda democrática y no tengan vocación para saldarla.
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