Ahora en Buenos Aires, como antes aquí
Este miércoles, un olor desagradable invadió la ciudad de Buenos Aires y por más que se buscó su origen, no se pudo informar acerca de éste.
Se informó que Defensa Civil recorrió las calles; se revisaron cloacas y también hicieron mediciones del aire, descartando un escape de gas.
Un ambientalista avezado, histórico dentro de la Asamblea Ciudadana Ambiental comentó en su muro, minutos después, “¿no será Montes del Plata? Está exactamente en esa dirección del viento”.
Volviendo a la crónica periodística, detalla que las denuncias de los vecinos fueron por el fuerte olor a amoníaco o pis de gato, así como mucha gente se quejó de un fuerte olor a huevo podrido.
Sumándose a Defensa Civil, el laboratorio de la Agencia de Protección Ambiental (APrA) de la Ciudad de Buenos Aires también se involucró en la tarea de averiguar la causa de estos olores, pero sólo pudo confirmar que no provenían del radio de la ciudad y tampoco se logró determinar si llegó desde la provincia por acción del viento.
¿Por qué se pone esto hoy a consideración?
Porque en Gualeguaychú hace tiempo que padecemos estas irrupciones de malos olores, que asociamos al huevo podrido, al coliflor hirviente y también a la orina, cuando su acritud nos hace irritar la vista y presentar ojos llorosos.
Y la causa, más que el viento y la dirección de donde proviene, está aquí nomás, en la orilla fraybentina del Río Uruguay.
La similitud de los efectos puede hacernos abrigar la esperanza de que ahora, que el padecimiento se instala en el ombligo del país, las autoridades comenzarán a dar crédito al grito de Gualeguaychú.
Aquí se sabe mucho del tema, por lo que los funcionarios que quieran aprender algo al respecto tendrán toda la información con sólo preguntar, con la humildad que corresponde, de qué hablamos cuando reclamamos “aire limpio”.
Se informó que Defensa Civil recorrió las calles; se revisaron cloacas y también hicieron mediciones del aire, descartando un escape de gas.
Un ambientalista avezado, histórico dentro de la Asamblea Ciudadana Ambiental comentó en su muro, minutos después, “¿no será Montes del Plata? Está exactamente en esa dirección del viento”.
Volviendo a la crónica periodística, detalla que las denuncias de los vecinos fueron por el fuerte olor a amoníaco o pis de gato, así como mucha gente se quejó de un fuerte olor a huevo podrido.
Sumándose a Defensa Civil, el laboratorio de la Agencia de Protección Ambiental (APrA) de la Ciudad de Buenos Aires también se involucró en la tarea de averiguar la causa de estos olores, pero sólo pudo confirmar que no provenían del radio de la ciudad y tampoco se logró determinar si llegó desde la provincia por acción del viento.
¿Por qué se pone esto hoy a consideración?
Porque en Gualeguaychú hace tiempo que padecemos estas irrupciones de malos olores, que asociamos al huevo podrido, al coliflor hirviente y también a la orina, cuando su acritud nos hace irritar la vista y presentar ojos llorosos.
Y la causa, más que el viento y la dirección de donde proviene, está aquí nomás, en la orilla fraybentina del Río Uruguay.
La similitud de los efectos puede hacernos abrigar la esperanza de que ahora, que el padecimiento se instala en el ombligo del país, las autoridades comenzarán a dar crédito al grito de Gualeguaychú.
Aquí se sabe mucho del tema, por lo que los funcionarios que quieran aprender algo al respecto tendrán toda la información con sólo preguntar, con la humildad que corresponde, de qué hablamos cuando reclamamos “aire limpio”.
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