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Un ataque abominable contra la Argentina toda

Un ataque abominable contra la Argentina toda

Por Mariano Caucino

Un cuarto de siglo ha transcurrido desde el brutal atentado terrorista que tuvo lugar en Buenos Aires el 18 de julio de 1994. Aquella mañana, a las 9:53, una poderosa bomba destruyó el edificio sede de la AMIA provocando la muerte de 85 personas y causando varios cientos de heridos. Un día como hoy, hace 25 años, un cobarde ataque cambiaba para siempre nuestra forma de entender el terrorismo internacional.

Era, acaso, el mayor atentado que tuvo lugar en nuestra región sudamericana. Este brutal ataque, sumado al que tuvo lugar apenas dos años antes, el 17 de marzo de 1992 contra la Embajada de Israel en Argentina se inscribe en nuestra historia como el acto más sangriento y destructivo sufrido en nuestro país. Como dijo el Presidente Mauricio Macri, no se trató de un ataque contra la colectividad judía exclusivamente: fue un ataque contra la Argentina toda. Judíos y cristianos, religiosos y laicos, jóvenes y adultos, ricos y podres, todos fuimos víctimas de un acto tan abominable. La víctima más joven -Sebastian Barreiro- tenía apenas 5 años. El mayor, Faiwel Pablo Dyjament, tenía 73. Uno era judío. El otro no. El terrorismo no hace distinciones.

Los argentinos aprendimos de golpe que el terrorismo no era una pieza informativa en un lugar exótico sino una realidad concreta a la vuelta de la esquina. Aquel brutal ataque demostró hasta qué punto ningún país está ajeno al accionar del terrorismo. Ni siquiera la Argentina, un país comprometido con la solución pacífica de los conflictos y con una tradición de larga data de recepción amistosa de inmigrantes que escaparon de conflictos durante décadas y que ha logrado conformar una sociedad con niveles de tolerancia e integración de la que verdaderamente debemos estar orgullosos.

El Gobierno argentino ha demostrado en palabras y hechos una renovada vocación por el esclarecimiento de los atentados y en particular, debe destacarse la decisión de desclasificar los archivos vinculados a la causa con el fin de honrar los principios de búsqueda de la verdad, justicia y transparencia. Muchas decisiones aun están pendientes y serán anunciadas próximamente en lo que es una política firme de compromiso permanente en la lucha contra el terrorismo.

Pero la conmemoración, necesaria sin dudas, no puede agotarse en si misma. Es necesaria, pero insuficiente. Debemos hacer todos los esfuerzos para impedir que actos de tal criminal naturaleza no vuelvan a repetirse. Es en este punto fundamental renovar el trabajo de cooperación con los socios internacionales con los que compartimos una comunidad de valores de respeto a los derechos humanos y de reafirmación de la dignidad de la vida humana como núcleo central de nuestras preocupaciones. Es por eso que debemos celebrar la reunión ministerial que tendrá lugar esta semana en Buenos Aires en cooperación con los Estados Unidos y en la que participará el secretario de Estado Mike Pompeo con el objeto de reafirmar la lucha contra el terrorismo global diseñando y desplegando estrategias comunes para perseguir ese fin.

Del mismo modo y con el mismo impulso, las autoridades de la Argentina se encuentran profundamente comprometidas en la lucha contra toda forma de antisemitismo y rinden homenaje permanente a las víctimas del Holocausto. Sabemos que esta es una lucha de largo alcance y que una victoria definitiva es difícil de alcanzar, pero ello debe renovar nuestros esfuerzos para combatir actos inadmisibles que desgraciadamente se han manifestado recientemente en varios países. La lucha por la libertad y la equidad requiere una condena a toda forma de fanatismo y racismo. Esa es nuestra vocación: trabajar diariamente en combatir actos incalificables como el que conmemoramos hoy y exigir traer a la Justicia a aquellos responsables.

El autor es embajador de Argentina en Israel.

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