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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
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Tengo que ir a votar

Tengo que ir a votar

Tengo que ir a votar. No lo hago con alegría, sino por obligación. La ley me obliga. Es un tanto raro que en una época que hace alarde de la libertad para ser lo que se quiere, sigan obligando a participar de un acto donde no hay libertad para asistir. Tal vez si fuera una elección ir a votar se sorprenderían que muchos no lo harían. Siento cierta decepción y en ocasiones me he sentido usado porque cuando necesitan del voto, lo hacen obligatorio para después hacer lo que les parece. La política que me obliga a participar es la que ha despreciado valores que siempre he considerado importantes para mi vida: ha despreciado la fe, permitiendo que se burlen de ella, considerando que quien cree parece que solo se limita a creer ciegamente sin pensar. Amablemente, y con parsimonia dicen que respetan las opiniones de los que tienen fe pero no las toman en cuenta, las atacan o las tildan de anticuadas. Superponen fiestas civiles a las religiosas sin tomar en cuenta el valor que tiene para muchos. Una manera tal vez de transformar a la democracia en una religión civil como algunos pensadores ya lo plantearon. Esa política es la que ha abandonado la familia siendo en parte responsable de la soledad en la que se encuentran muchos chicos, ya que más preocupada por solucionar las demandas de los adultos, a quienes después pide votos, no piensa en los niños y niñas que ven “legalmente” desmoronarse lo único que les da certeza en la vida: sentirse contenidos y queridos por una familia. La misma política que ha abandonado a los jóvenes sin resolver el aumento del consumo de alcohol y de drogas ¿quién acompaña y atiende a los jóvenes que hoy han caído presos del consumo y no encuentran sentido a su vida? Cuando se propone la libertad como valor y no se piensa en como ayudar a quienes no pueden hacerse cargo de sus actos y hacer un ejercicio responsable de esa libertad es proponer la ley del más fuerte. Esa política es la que se arroga la potestad de decidir quién vale más, desde cuando somos dignos de vivir y tal vez se preguntará en algún momento si no habría que ayudar a morir a quien quiera.

La misma política que acompaña a los adultos en sus decisiones y luego pide a la escuela que sea familia, psicólogo, que escuche, que dé de comer. Le pide a una de las pocas instituciones que quedan sólidas que “transversalice” la formación que no da la familia pero que sí, aprovecha a dar el Estado. Es la misma política que ha profundizado la pobreza, ha borrado el valor del trabajo en muchas generaciones

Cuál creo que es el riesgo que la política desprecie el valor religioso de la vida? Cuando no reconocemos valores superiores por debajo de los cuales todos nos reconocemos iguales, algunos sienten la tentación de ocupar ese lugar. En algún punto negamos a Dios pero nos inventamos uno: el poder, el dinero, la libertad, el líder mesías. La política tiene algo de religioso. Un acto se parece en ocasiones a una celebración: Una especie de autoridad religiosa: el candidato preside la ceremonia, rodeada de una liturgia (música, gestos, imágenes) con los acólitos alrededor (los que están siempre en el escenario); los fieles cerca del líder, los recién llegados un poco más lejos y los expulsados por infieles. Todos iguales, todos humanos, con que criterio alguien puede pensarse más que los otros: ¿por los votos?

Cuando se expresa lo que se siente, se puede ser injusto o mal interpretado. La democracia es lo mejor que nos ha pasado, pero tiene muchos años de vida ya y demasiado justificativos para seguir haciendo lo mismo. Sé que esta política tiene a mucha gente que intenta hacer las cosas mejor, pero el sistema no los deja brillar.

Tengo que ir a votar, pero me cuesta vivirlo como una fiesta.

Guillermo Régoli. DNI 20.361.239

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