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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
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Opinión

Un Congreso condenado a vegetar en un año de transición

Un Congreso condenado a vegetar en un año de transición

Por José Angel Di Maro

(Colaboración)

Más allá de sobreactuaciones en la sesión del jueves de la semana pasada en Diputados y a intentos riesgosos de parte del oficialismo por desairar a la oposición, unos priorizan ese escenario para desairar al gobierno y otros para resguardarse de daños. Ambos están desinteresados en sacar leyes este año.

No falta a la verdad el presidente de la Cámara de Diputados cuando define a Cambiemos como una herramienta electoral para llegar al poder. Aunque esa simplificación cause enojos internos, es la pura verdad. Y más cierto es cuando el propio Emilio Monzó señala al Congreso como “el único ámbito donde realmente existe Cambiemos”.

Lo saben propios y extraños: en el Parlamento los miembros del radicalismo, la Coalición Cívica y el PRO funcionan armónicamente, distribuyéndose los espacios de poder, e incluso asignándole a la UCR las jefaturas de ambos interbloques. La distribución de las presidencias de comisiones es bastante equilibrada, igual que el número de integrantes de los bloques, fundamentalmente en Diputados.

No hace falta hurgar mucho en la composición del Ejecutivo para certificar la sentencia del probablemente futuro embajador en España. Los socios radicales no han sido nunca muy tenidos en cuenta para el Gabinete, pero menos para las decisiones. Por algo la mesa chica donde realmente se resuelven las cosas trascendes es de color amarillo puro.

Así y todo la alianza ha funcionado sin estridencias a lo largo de estos más de tres años, compensado el partido centenario sobre todo cuando se piensa el país como un todo. Por algo lo que más le interesó al PRO a la hora de pactar marchar juntos fue el poder territorial de su principal socio, que retribuyó otorgándole las principales candidaturas en los distritos del interior. De cinco que gobierna Cambiemos en el país, la mayoría son del radicalismo. Pasa lo mismo a nivel intendencias.

Por eso es que a la hora de minimizar el enojo de sus socios, en el PRO aclaren con serenidad que “los radicales con votos” realmente quieren permanecer en Cambiemos. Así las cosas, atribuyen las voces críticas que se han escuchado las últimas semanas a “patrullas perdidas” del partido centenario, acostumbradas a estar lejos del poder. Suele decirse que por sus experiencias fallidas, muchos radicales padecen el poder, más que disfrutarlo.

Pero si bien es cierto que una mayoría determinada del radicalismo prefiere no sacar los pies del plato, también lo es que un gran fastidio se extiende en el partido centenario por su participación nula a la hora de las decisiones, y sobre todo por el resultado de esas decisiones “inconsultas”.

Con todo, sonó extraño cuando a principios de la semana trascendió la disposición de la mesa chica no solo a reunirse con la cúpula radical, sino también a cederles la vicepresidencia. Por múltiples razones surgieron dudas respecto de esta última posibilidad, habida cuenta de una serie de premisas inspiradas en el más puro duranbarbismo: 1) la fórmula tiene que combinar ambos géneros; 2) no debe ser interpartidaria, a fin de mostrar la mayor cohesión, evitar competencia y alentar traiciones; 3) equipo que gana no se toca. Ergo, la fórmula debiera volver a ser Macri-Michetti.

Echar a rodar el tema del “vice de Macri” sirvió en todo caso para otros fines. 1) Que dejara de hablarse de la posibilidad de unas PASO con un radical; 2) que se naturalice la candidatura de Macri para la reelección, desinflando las versiones sobre un Plan V; y 3) contener a los radicales y paralelamente desalentarlos a que insistan con el número 2 de la fórmula.

Amén de las especulaciones, el nombre preferido del Presidente para acompañarlo esta vez es el de Patricia Bullrich, su ministra de Seguridad, prácticamente el único sector donde Macri cree que dieron la talla.

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