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Opinión

El mito del eterno retorno en la educación argentina

El mito del eterno retorno en la educación argentina

Por Armando Gutierrez

 

Hace más de medio siglo, el filósofo rumano Mircea Eliade escribió El mito del eterno retorno. Aplicó el concepto a una visión circular del tiempo basada en creencias religiosas que sostienen que los acontecimientos, a diferencia de la visión lineal del tiempo, se repiten en el mismo orden, tal cual ocurrieron, sin ninguna posibilidad de variación. De esta forma, se asume que todo lo ocurrido y lo que vaya a ocurrir en el universo ocurrió ya, y será así hasta el fin de los tiempos.

Esta visión circular y de repetición infinita parece presentársenos hoy cuando presenciamos, como todos los comienzos de año escolar, el debate sobre el incremento del salario docente. Por un lado, los gremios reclaman, con razón, que el trabajo del docente debe estar mejor remunerado.

Y los funcionarios de turno, por el otro, manifiestan que, si bien el reclamo es razonable, los montos asignados en el Presupuesto son lo que son y que, si aumentan esta partida, tienen que disminuir otra de otro sector.

Obviamente, este debate comienza en febrero, antes del inicio del ciclo lectivo, y toda la sociedad contiene la respiración viendo a los dos oponentes confrontar, como en un rito misterioso y antiguo, esperando que la lucha termine de una forma u otra antes de que sus hijos tengan que ir al aula.

Por supuesto, esto no sucede y los gladiadores continúan su pelea con las escuelas cerradas, hasta que en algún momento del año escolar, por agotamiento o por un logro circunstancial, se deponen las armas y todos los observadores respiramos aliviados.

Nuestros hijos van a tener clases, con alguna regularidad, hasta el fin del presente año, y nos despreocuparemos del problema de la educación hasta que, a comienzos del próximo año, el rito se repita y el ciclo comience de cero.

Si el problema de la educación en nuestro país está centrado en el salario docente, es previsible que los interlocutores sean los gremios y los funcionarios de turno. Si la clase dirigente y el conjunto de la sociedad consideran que ese es el problema central, no hace falta incorporar muchos más actores al debate.

Pero hay quienes pensamos que el problema de la educación parte de la necesidad de acordar qué ciudadano queremos formar para qué sociedad, y cuál es la empleabilidad para la que tenemos que prepararlos. Cuáles deberían ser los contenidos que acompañen esas definiciones. Cuál debería ser la formación docente. Qué estándares habría que establecer, y con qué indicadores, para evaluar a los docentes y a las instituciones. Cómo elaborar una carrera docente que premie al innovador y creativo y no basada en la antigüedad, que mide tiempo y no calidad de trabajo. Cómo desburocratizar la gestión, de qué modo empoderar a directoras y directores para que puedan desarrollar proyectos innovadores.

Para quienes sostenemos que la complejidad del problema requiere el involucramiento de toda la sociedad, comenzando por su dirigencia política, el debate centrado sólo en el salario tiene gusto a poco y ninguna incidencia en la realidad educativa.

Cuando Mircea Eliade escribió sobre el “eterno retorno”, se basó en el estudio de sociedades arcaicas en cuyos mitos religiosos hay un principio del tiempo y un fin, que vuelve a generar a su vez un principio.

Sin embargo, no se trata de ciclos ni de nuevas combinaciones en otras posibilidades, sino que los mismos acontecimientos se repiten hasta el infinito.

En el “eterno retorno”, no hay análisis crítico del pasado ni posibilidad de cambio, no hay innovación ni búsqueda consciente de modificar la realidad. Simplemente, nos doblegamos ante una realidad inmutable por designio de los dioses.

 

Como esas sociedades arcaicas, ¿dejaremos el futuro de la educación argentina a la voluntad y al designio de los dioses o lo tomaremos en nuestras manos para cambiarlo?

 

* Especialista en Educación Superior

 

 

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