Entrevista al doctor Luis Pedro Barcia
“Es un error creer o sostener que el chico que es hábil para manejar una computadora es inteligente”.
Pedro Luis Barcia nació en Gualeguaychú el 28 de junio de 1939. Es uno de los vecinos que más lejos ha llegado en el campo de las ideas y las palabras. Doctor en Letras, lingüista, profesor e investigador universitario, actualmente es el presidente de la Academia Argentina de Letras.
Hijo de Cornelio Barcia y de María Matilde Batmalle, ha publicado más de cien monografías y artículos sobre autores hispanoamericanos y argentinos y es considerado un buceador, un minero de la cultura argentina. Actualmente tiene bajo su dirección la publicación de las obras completas de Leopoldo Lugones, que demandará 53 tomos.
Trabajador infatigable, Barcia recibió a EL ARGENTINO el viernes 22 de octubre poco antes de dar una charla en el Club Recreo sobre la identidad de los argentinos y el Bicentenario.
El diálogo se centró sobre la educación, porque además Barcia es vicepresidente de la Academia Nacional de Educación. Él sostiene que gran parte del desgaste del docente se genera en la desilusión que provocan los constantes cambios en el propio sistema educativo. “El docente está sometido a cambios permanentes. Eso genera una apatía muy profunda y que hoy es muy patente. Claro que también hay docentes que no se dejan embargar por la apatía, pero en términos generales ese es el sentimiento predominante. Y esto dicho con la convicción de que el docente argentino siempre ha tenido una gran capacidad de reacción y ha sido una persona con mucho entusiasmo”, sostiene.
-Junto con la apatía y la merma en la capacidad de reacción, el docente ha perdido gran parte de la autoridad social que supo gozar en otras épocas.
-Recuerdo que cuando Manuel Belgrano hace el reglamento para las escuelas que funda en el norte del país, una de las normas que fija es que el maestro debe sentarse al lado de la autoridad comunal en el solio del escenario. ¿Por qué se ha perdido esta autoridad educativa? Porque la escuela normal ha perdido su vigencia, ha sido desplazada y postergada. Y la formación docente se ha ido deteriorando porque las universidades han sido poco realistas en el enfoque y en la aplicación para la formación de los docentes. Las universidades han sido cada vez más autistas y más independiente de la realidad y entonces producen un egresado que no tiene conciencia de lo que es enfrentarse con alumnos en un grado de la secundaria. Parafraseando a Aristóteles, la única verdad es el aula, es decir, no se preparan para la realidad. El otro elemento que le ha ido quitando potencia al docente, han sido los constantes cambios en el sistema educativo, la mayoría hijas de la improvisación por parte de los gobiernos. Y el docente entusiasmado se suma al cambio, pero al poco tiempo lo vuelven a manosear y borran de un plumazo para establecer un nuevo sistema y así sucesivamente. Y así queda el docente en medio de la nada sin saber qué pasó.
-Además se va instalando un deterioro del sentido de la autoridad por un temor al autoritarismo…
-Sin ninguna duda. El autoritarismo es un vicio de la democracia, es el pisar la cabeza del de abajo. Pero la palabra autoridad viene del latín y significa hacer crecer y promover. Es decir, el que tiene autoridad no es el que te pisa la cabeza sino el que te promueve y te lleva a un proceso de crecimiento, de elevación. La autoridad genera confianza, permite y alienta la conciencia crítica, no quiere que uno se desarrolle como él sino mejor. Me animo a afirmar que en términos generales, los temores en materia educativa generan pusilánimes y la autoridad deja de ser tal por temor al autoritarismo. Y cuando en una institución democrática no se ejerce la autoridad como corresponde, se la destruye. Los padres tienen un rol fundamental. Deberían ser los primeros educadores. Hace poco circuló por internet un doble dibujo que mostraba que décadas atrás un alumno llegaba a su casa con notas bajas en su boletín y el padre lo sancionaba; y como contraste mostraba el otro dibujo la misma escena en la actualidad, pero esta vez el padre sancionaba a la maestra. Es decir, que los padres tienen que tomar conciencia de que no es el docente quien aplaza al alumno, sino que el alumno es quien se aplaza. Y junto con esto una excesiva gremialización que desvirtúa el sentido mismo del gremio como institución protectora de los derechos de un trabajador. Es cierto que han existido siempre abusos por parte de las autoridades educativas, que cuando deben aumentar los salarios hablan de apostolado y vocación para negar ese derecho. Y los docentes toman el paro, que es una herramienta válida, para luchar por el ejercicio de sus derechos, pero esa herramienta también queda desvirtuada muchas veces por su excesivo abuso. Los días de clases que se pierden no se recuperan con readaptaciones curriculares y toda esa jerga pedagógica que no sirve para nada. Y digo esto como vicepresidente de la Academia Nacional de Educación. Eso no sirve. Los días de clases que se pierden no se recuperan con readaptaciones. Hay que extender el ciclo lectivo, no readaptar curricularmente las materias.
-Está muy arraigado el concepto “me saqué un diez, me puso un uno”.
-Y eso es perjudicial para el alumno. Lo que está pasando es una gran apatía. Se ha perdido la promoción y los alumnos solo pasan de año. La idea de la promoción es un ascenso, la de pasar por año es el mismo nivel pero con otra categoría y no hay elevación. Y cuando egresa no se puede adaptar a las exigencias del mundo real, entonces el padre protesta y habría que responderle que en realidad se gestó lo que él mismo alentó al no permitir que se exigiera lo que ese joven era capaz de dar. La ley de la exigencia permite que uno crezca, es como un músculo que es necesario ejercitarlo para que de su mayor potencia. En síntesis, es la cultura del esfuerzo lo que está faltando.
-Y junto con todas estas características hay que sumarle como un agravante la falta de actualización. Docentes formados en el siglo XX frente a alumnos que demandan conocimientos para el siglo XXI.
-Mire, los bancos, los pupitres donde me sentaba en clases y los boletines donde los maestros me ponían puros dieces (previendo ya en mi infancia que iba a ser Presidente de la Academia de la Lengua, es decir, estaban condicionados -risas), los inventó Marcos Sastre a mitad del siglo XIX. Se puede tener las estructuras edilicias viejas, ese no es el problema porque la docencia es el maestro y los alumnos. La gente es torpe cuando cree, por ejemplo, que la Universidad de La Plata está ubicada en calle 7 y 48. La Universidad de La Plata está en la reunión del docente con sus alumnos. Ahora, el equipamiento del edificio es muy importante y aquí está muy atrasado. Los equipamientos audiovisuales son viejos.
-Bueno, pero ahora se están distribuyendo netbook en las secundarias.
-Eso es un problema. El 70 por ciento de los docentes argentinos en el 2005 no había escrito una sola línea en una pantalla de computadora, el 80 por ciento no había mandado nunca un correo electrónico y el 90 por ciento nunca había chateado.
-Entonces la pregunta es reformulada. ¿Cómo se hace para lograr la conversión docente que le permita adaptarse a las necesidades del alumno?
-Como mínimo hay dos soluciones. La primera es dejar correr el tiempo y las actuales generaciones estarán dentro de quince años supuestamente actualizadas, si es que no se achanchan y las técnicas en el 2025 sean las mismas. La otra es una fuerte actualización y formación docente en la materia al servicio del aula. Hay una absoluta compensación entre el aula académica y lo que llamaba (Herbert Marshall) McLuhan el aula sin muro, constituido por la calle con sus carteles y ruidos, los medios de comunicación, la casa, el mundo exterior, etcétera. Lamentablemente no hubo capacidad para incorporar el mundo tecnológico a la escuela.
-Imaginando que se hubiera dotado a la escuela de la tecnología de última generación. ¿Cómo sería el manual? ¿Habría manuales?
-Sí, claro que existirían los manuales impresos y nunca hay que despreciarlos. Ese manual tendría que decir: “San Martín cruzó los Andes” e inmediatamente ofrecer direcciones de internet. Entonces todos los alumnos verían en una pantalla ubicada en el aula la película de Alfredo Alcón cruzando los Andes, los esquemas de las batallas y todo lo concerniente a ese punto de aprendizaje, pero en un tránsito permanente entre la palabra y la imagen. Lo que digo no es futurología, porque así están concebidos los manuales en España y que aún no se han podido aplicar en todas las escuelas, pero está concebido ir desde el aula a la navegación y se regresa a la clase.
-Estimo que tenemos como sociedad un problema, porque los padres dicen que sus hijos son inteligentes porque manejan las computadoras…
-Es un grosero error sostener ese concepto de que porque el hijo maneje una herramienta ya es inteligente. Lo que tiene ese chico es una habilidad tecnológica en el campo de la informática, pero no lo podemos confundir con inteligencia.
-¿Podría profundizar un poco más acerca de ese concepto?
-Sí. La inteligencia, la palabra lo dice es “leer dentro de la realidad”. La persona que supera las apariencias y penetra en el fondo de la realidad, ese es inteligente aunque nunca haya escrito una jota en una computadora ni sepa idiomas. Insisto, el que interpreta la realidad es inteligente. Una persona puede ser analfabeta pero ser inteligente; y además de inteligente ser sabia, que ya es un concepto más profundo. Es un error creer o sostener que el chico que es hábil para manejar una computadora es inteligente. Estoy seguro que la mayoría carece de la capacidad para hacer un razonamiento lógico elemental. Y la otra cuestión es que la formación del docente está muy atrasada respecto de lo que tiene que ser la formación electrónica y se necesitarían por lo menos diez años para ponerse al día.
-Una evidencia de esto es que la mayoría no sabe leer en voz alta ni en voz baja y ni siquiera saben hacer interpretación de texto, es decir, no saben lo que han leído.
-Ese es un problema gravísimo. Recuerdo que en la Facultad, en La Plata, teníamos durante dos años una materia que se llamaban Comentarios de textos. Uno de esos años los cuales las cursé con un profesor entrerriano que se llamaba Juan Carlos Giano y del que llegué a ser su ayudante de cátedra. La tarea de interpretar texto ni siquiera es una asignatura pendiente de Lengua, porque hay que interpretar textos de Historia, de Geografía, de Matemáticas… en fin hay que interpretar textos en todas las materias. Eso ya no se practica y ha ido muriendo de a poco. Es tal la preocupación, que el año próximo tengo pensado implementar en la Academia conjuntamente con el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, cursos para profesores sobre lectura, comentarios e interpretación de textos. Y lo haremos filmados, para que la cartera educativa los pueda ir difundiendo en todo el país y que se tome como modelo.
-¿Qué hay que hacer entonces con los medios electrónicos para el uso del aula?
-Esos elementos electrónicos no deben ser ya ayudantes de cátedra, sino sirvientes. Le cuento cómo hago en mis clases. En la provincia de Buenos Aires está prohibido llevar los celulares a clases. Yo se los hago encender en plena clase. La consigna que les hago trabajar es escribir en la menor cantidad de palabras completas –palabras completas- definan la función de una raíz en un vegetal. Todos accionan sus pulgares muy entrenados y cuando finalizan levantan la mano. Entonces paso al pizarrón, que es un elemento muy antiguo, y les hago leer en voz alta lo que han escrito en esos 160 caracteres con espacios que es la capacidad de texto de un celular. Escribo un par de definiciones que me dan los alumnos y entre todos terminamos de elaborar una definición con los mejores componentes de cada uno. En primer lugar, convertimos al celular en un sirviente para la clase y no ya en una distracción. Le hemos puesto la pata encima a la tecnología y la pusimos en su lugar: que sea servil a nuestros intereses y no al revés. Quien esté encandilado por internet es lo mismo que aquel que está encandilado por un destornillador. Es una idiotez. La tecnología tiene que ser nuestros sirvientes y no al revés. Por otro lado, el alumno al escribir en su celular ha tenido que ejercer la síntesis, que es una de las tareas intelectuales más difíciles para un alumno e incluso logrando con la menor cantidad de palabras completas posibles la elaboración de un concepto. Y luego pasamos de un aporte individual a una clase colectiva, construyendo entre todos el saber. Si esto no es dar clases, que alguien me cuente qué es, porque soy un animal didáctico y pedagógico.
-Se dice que no se puede aspirar a ingresar a la sociedad del conocimiento si antes no se ejerce el reconocimiento…
-Son temas que se abordan en post grado. Pero en principio la sociedad del conocimiento es una noción falluta, porque es engañoso el título. La sociedad del conocimiento ha sido definida como aquella que, mediante el desarrollo de la ciencia y la técnica, genera más bienes económicos. Nada que ver con el título que puede inspirar el ingreso a un campo de la sabiduría. Hay un verso de (Thomas Stearn ) Eliot, que está en El Primer Coro de la Roca que dice: “¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? / ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”. Por eso es engañosa esta cuestión de la sociedad del conocimiento. Voy a dictar un curso para periodista vinculado a la narrativa. El título es la nueva narrativa periodística y el ciber relato. El título es ya detestable, pero se llama así. Ciber proviene de una palabra griega y significa timón. De modo que hay ciber nauta, cuando la persona que va a explorar por internet sabe hacia dónde quiere ir y qué quiere encontrar. El niño o joven no es un ciber nauta sino un idio nauta. Idio en griego significa en vela, es decir, va para donde sopla el viento sin control. El cibernauta exige timón.
-Imagino a la maestra diciéndole a ese idio nauta “busquen en internet tal tema”…
-Es terrible. Primero hay que saber cuál es la capacidad de selección del sitio. La abundancia, ahoga. El alumno que ingresa a una determinada página de internet tiene que saber leer e interpretar, porque sino es una mera copia. Porque el sistema de marcar con el mouse, copiar y pegar en un nuevo documento, no es otra cosa que un acto elemental de jardín de infantes a través del engrudo y la tijera. Por eso el alumno no tiene capacidad de selección y tampoco ejercita la capacidad crítica para discernir la calidad de un material de otro. La educación no es la sustitución de una cosa por otra, sino una integración.
-¿Qué extraña de Gualeguaychú?
-Extraño mucho el río. El poder ir al río con mi boina y de alpargatas y pasar un día entero, remar en torno a la isla. Todo eso que fue para mí muy formativo porque me puso en contacto con la naturaleza. Le hablo de mediados y finales de los años ´50. Antes de irme a estudiar a La Plata en 1959, teníamos un grupo de amistad muy cálido y fecundo. Íbamos al Ñandubaysal, cuando ese balneario no tenía ni el diez por ciento de lo que ofrece hoy. A la mañana hacíamos ruidos con las ramas para que se vayan las rayas o teníamos la playa, inmensa, para jugar al fútbol. Tuve una infancia y una juventud muy rica en Gualeguaychú. Para mí fue una etapa interesantísima y maravillosa. Cuando entre los amigos organizábamos un campamento, algo habitual en aquellos años, teníamos que afanar de nuestras casas algunos víveres que íbamos acopiando como arroz, fideos, yerba. Generalmente en la casa de Aurelio Pérez Cattaruzza almacenábamos los frascos con los víveres. No perdíamos el tiempo. Durante la noche nos dividíamos en grupo alrededor del fogón y discutíamos los más diversos temas. Eso nos fue preparando para la vida. Cuando teníamos pocas posibilidades de luz, uno leía en voz alta para todos y luego debatíamos, hasta que un criollo nos trajo unas tortas fritas y abandonamos toda actividad intelectual… aunque esa es otra historia.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO ©
Hijo de Cornelio Barcia y de María Matilde Batmalle, ha publicado más de cien monografías y artículos sobre autores hispanoamericanos y argentinos y es considerado un buceador, un minero de la cultura argentina. Actualmente tiene bajo su dirección la publicación de las obras completas de Leopoldo Lugones, que demandará 53 tomos.
Trabajador infatigable, Barcia recibió a EL ARGENTINO el viernes 22 de octubre poco antes de dar una charla en el Club Recreo sobre la identidad de los argentinos y el Bicentenario.
El diálogo se centró sobre la educación, porque además Barcia es vicepresidente de la Academia Nacional de Educación. Él sostiene que gran parte del desgaste del docente se genera en la desilusión que provocan los constantes cambios en el propio sistema educativo. “El docente está sometido a cambios permanentes. Eso genera una apatía muy profunda y que hoy es muy patente. Claro que también hay docentes que no se dejan embargar por la apatía, pero en términos generales ese es el sentimiento predominante. Y esto dicho con la convicción de que el docente argentino siempre ha tenido una gran capacidad de reacción y ha sido una persona con mucho entusiasmo”, sostiene.
-Junto con la apatía y la merma en la capacidad de reacción, el docente ha perdido gran parte de la autoridad social que supo gozar en otras épocas.
-Recuerdo que cuando Manuel Belgrano hace el reglamento para las escuelas que funda en el norte del país, una de las normas que fija es que el maestro debe sentarse al lado de la autoridad comunal en el solio del escenario. ¿Por qué se ha perdido esta autoridad educativa? Porque la escuela normal ha perdido su vigencia, ha sido desplazada y postergada. Y la formación docente se ha ido deteriorando porque las universidades han sido poco realistas en el enfoque y en la aplicación para la formación de los docentes. Las universidades han sido cada vez más autistas y más independiente de la realidad y entonces producen un egresado que no tiene conciencia de lo que es enfrentarse con alumnos en un grado de la secundaria. Parafraseando a Aristóteles, la única verdad es el aula, es decir, no se preparan para la realidad. El otro elemento que le ha ido quitando potencia al docente, han sido los constantes cambios en el sistema educativo, la mayoría hijas de la improvisación por parte de los gobiernos. Y el docente entusiasmado se suma al cambio, pero al poco tiempo lo vuelven a manosear y borran de un plumazo para establecer un nuevo sistema y así sucesivamente. Y así queda el docente en medio de la nada sin saber qué pasó.
-Además se va instalando un deterioro del sentido de la autoridad por un temor al autoritarismo…
-Sin ninguna duda. El autoritarismo es un vicio de la democracia, es el pisar la cabeza del de abajo. Pero la palabra autoridad viene del latín y significa hacer crecer y promover. Es decir, el que tiene autoridad no es el que te pisa la cabeza sino el que te promueve y te lleva a un proceso de crecimiento, de elevación. La autoridad genera confianza, permite y alienta la conciencia crítica, no quiere que uno se desarrolle como él sino mejor. Me animo a afirmar que en términos generales, los temores en materia educativa generan pusilánimes y la autoridad deja de ser tal por temor al autoritarismo. Y cuando en una institución democrática no se ejerce la autoridad como corresponde, se la destruye. Los padres tienen un rol fundamental. Deberían ser los primeros educadores. Hace poco circuló por internet un doble dibujo que mostraba que décadas atrás un alumno llegaba a su casa con notas bajas en su boletín y el padre lo sancionaba; y como contraste mostraba el otro dibujo la misma escena en la actualidad, pero esta vez el padre sancionaba a la maestra. Es decir, que los padres tienen que tomar conciencia de que no es el docente quien aplaza al alumno, sino que el alumno es quien se aplaza. Y junto con esto una excesiva gremialización que desvirtúa el sentido mismo del gremio como institución protectora de los derechos de un trabajador. Es cierto que han existido siempre abusos por parte de las autoridades educativas, que cuando deben aumentar los salarios hablan de apostolado y vocación para negar ese derecho. Y los docentes toman el paro, que es una herramienta válida, para luchar por el ejercicio de sus derechos, pero esa herramienta también queda desvirtuada muchas veces por su excesivo abuso. Los días de clases que se pierden no se recuperan con readaptaciones curriculares y toda esa jerga pedagógica que no sirve para nada. Y digo esto como vicepresidente de la Academia Nacional de Educación. Eso no sirve. Los días de clases que se pierden no se recuperan con readaptaciones. Hay que extender el ciclo lectivo, no readaptar curricularmente las materias.
-Está muy arraigado el concepto “me saqué un diez, me puso un uno”.
-Y eso es perjudicial para el alumno. Lo que está pasando es una gran apatía. Se ha perdido la promoción y los alumnos solo pasan de año. La idea de la promoción es un ascenso, la de pasar por año es el mismo nivel pero con otra categoría y no hay elevación. Y cuando egresa no se puede adaptar a las exigencias del mundo real, entonces el padre protesta y habría que responderle que en realidad se gestó lo que él mismo alentó al no permitir que se exigiera lo que ese joven era capaz de dar. La ley de la exigencia permite que uno crezca, es como un músculo que es necesario ejercitarlo para que de su mayor potencia. En síntesis, es la cultura del esfuerzo lo que está faltando.
-Y junto con todas estas características hay que sumarle como un agravante la falta de actualización. Docentes formados en el siglo XX frente a alumnos que demandan conocimientos para el siglo XXI.
-Mire, los bancos, los pupitres donde me sentaba en clases y los boletines donde los maestros me ponían puros dieces (previendo ya en mi infancia que iba a ser Presidente de la Academia de la Lengua, es decir, estaban condicionados -risas), los inventó Marcos Sastre a mitad del siglo XIX. Se puede tener las estructuras edilicias viejas, ese no es el problema porque la docencia es el maestro y los alumnos. La gente es torpe cuando cree, por ejemplo, que la Universidad de La Plata está ubicada en calle 7 y 48. La Universidad de La Plata está en la reunión del docente con sus alumnos. Ahora, el equipamiento del edificio es muy importante y aquí está muy atrasado. Los equipamientos audiovisuales son viejos.
-Bueno, pero ahora se están distribuyendo netbook en las secundarias.
-Eso es un problema. El 70 por ciento de los docentes argentinos en el 2005 no había escrito una sola línea en una pantalla de computadora, el 80 por ciento no había mandado nunca un correo electrónico y el 90 por ciento nunca había chateado.
-Entonces la pregunta es reformulada. ¿Cómo se hace para lograr la conversión docente que le permita adaptarse a las necesidades del alumno?
-Como mínimo hay dos soluciones. La primera es dejar correr el tiempo y las actuales generaciones estarán dentro de quince años supuestamente actualizadas, si es que no se achanchan y las técnicas en el 2025 sean las mismas. La otra es una fuerte actualización y formación docente en la materia al servicio del aula. Hay una absoluta compensación entre el aula académica y lo que llamaba (Herbert Marshall) McLuhan el aula sin muro, constituido por la calle con sus carteles y ruidos, los medios de comunicación, la casa, el mundo exterior, etcétera. Lamentablemente no hubo capacidad para incorporar el mundo tecnológico a la escuela.
-Imaginando que se hubiera dotado a la escuela de la tecnología de última generación. ¿Cómo sería el manual? ¿Habría manuales?
-Sí, claro que existirían los manuales impresos y nunca hay que despreciarlos. Ese manual tendría que decir: “San Martín cruzó los Andes” e inmediatamente ofrecer direcciones de internet. Entonces todos los alumnos verían en una pantalla ubicada en el aula la película de Alfredo Alcón cruzando los Andes, los esquemas de las batallas y todo lo concerniente a ese punto de aprendizaje, pero en un tránsito permanente entre la palabra y la imagen. Lo que digo no es futurología, porque así están concebidos los manuales en España y que aún no se han podido aplicar en todas las escuelas, pero está concebido ir desde el aula a la navegación y se regresa a la clase.
-Estimo que tenemos como sociedad un problema, porque los padres dicen que sus hijos son inteligentes porque manejan las computadoras…
-Es un grosero error sostener ese concepto de que porque el hijo maneje una herramienta ya es inteligente. Lo que tiene ese chico es una habilidad tecnológica en el campo de la informática, pero no lo podemos confundir con inteligencia.
-¿Podría profundizar un poco más acerca de ese concepto?
-Sí. La inteligencia, la palabra lo dice es “leer dentro de la realidad”. La persona que supera las apariencias y penetra en el fondo de la realidad, ese es inteligente aunque nunca haya escrito una jota en una computadora ni sepa idiomas. Insisto, el que interpreta la realidad es inteligente. Una persona puede ser analfabeta pero ser inteligente; y además de inteligente ser sabia, que ya es un concepto más profundo. Es un error creer o sostener que el chico que es hábil para manejar una computadora es inteligente. Estoy seguro que la mayoría carece de la capacidad para hacer un razonamiento lógico elemental. Y la otra cuestión es que la formación del docente está muy atrasada respecto de lo que tiene que ser la formación electrónica y se necesitarían por lo menos diez años para ponerse al día.
-Una evidencia de esto es que la mayoría no sabe leer en voz alta ni en voz baja y ni siquiera saben hacer interpretación de texto, es decir, no saben lo que han leído.
-Ese es un problema gravísimo. Recuerdo que en la Facultad, en La Plata, teníamos durante dos años una materia que se llamaban Comentarios de textos. Uno de esos años los cuales las cursé con un profesor entrerriano que se llamaba Juan Carlos Giano y del que llegué a ser su ayudante de cátedra. La tarea de interpretar texto ni siquiera es una asignatura pendiente de Lengua, porque hay que interpretar textos de Historia, de Geografía, de Matemáticas… en fin hay que interpretar textos en todas las materias. Eso ya no se practica y ha ido muriendo de a poco. Es tal la preocupación, que el año próximo tengo pensado implementar en la Academia conjuntamente con el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, cursos para profesores sobre lectura, comentarios e interpretación de textos. Y lo haremos filmados, para que la cartera educativa los pueda ir difundiendo en todo el país y que se tome como modelo.
-¿Qué hay que hacer entonces con los medios electrónicos para el uso del aula?
-Esos elementos electrónicos no deben ser ya ayudantes de cátedra, sino sirvientes. Le cuento cómo hago en mis clases. En la provincia de Buenos Aires está prohibido llevar los celulares a clases. Yo se los hago encender en plena clase. La consigna que les hago trabajar es escribir en la menor cantidad de palabras completas –palabras completas- definan la función de una raíz en un vegetal. Todos accionan sus pulgares muy entrenados y cuando finalizan levantan la mano. Entonces paso al pizarrón, que es un elemento muy antiguo, y les hago leer en voz alta lo que han escrito en esos 160 caracteres con espacios que es la capacidad de texto de un celular. Escribo un par de definiciones que me dan los alumnos y entre todos terminamos de elaborar una definición con los mejores componentes de cada uno. En primer lugar, convertimos al celular en un sirviente para la clase y no ya en una distracción. Le hemos puesto la pata encima a la tecnología y la pusimos en su lugar: que sea servil a nuestros intereses y no al revés. Quien esté encandilado por internet es lo mismo que aquel que está encandilado por un destornillador. Es una idiotez. La tecnología tiene que ser nuestros sirvientes y no al revés. Por otro lado, el alumno al escribir en su celular ha tenido que ejercer la síntesis, que es una de las tareas intelectuales más difíciles para un alumno e incluso logrando con la menor cantidad de palabras completas posibles la elaboración de un concepto. Y luego pasamos de un aporte individual a una clase colectiva, construyendo entre todos el saber. Si esto no es dar clases, que alguien me cuente qué es, porque soy un animal didáctico y pedagógico.
-Se dice que no se puede aspirar a ingresar a la sociedad del conocimiento si antes no se ejerce el reconocimiento…
-Son temas que se abordan en post grado. Pero en principio la sociedad del conocimiento es una noción falluta, porque es engañoso el título. La sociedad del conocimiento ha sido definida como aquella que, mediante el desarrollo de la ciencia y la técnica, genera más bienes económicos. Nada que ver con el título que puede inspirar el ingreso a un campo de la sabiduría. Hay un verso de (Thomas Stearn ) Eliot, que está en El Primer Coro de la Roca que dice: “¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? / ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?”. Por eso es engañosa esta cuestión de la sociedad del conocimiento. Voy a dictar un curso para periodista vinculado a la narrativa. El título es la nueva narrativa periodística y el ciber relato. El título es ya detestable, pero se llama así. Ciber proviene de una palabra griega y significa timón. De modo que hay ciber nauta, cuando la persona que va a explorar por internet sabe hacia dónde quiere ir y qué quiere encontrar. El niño o joven no es un ciber nauta sino un idio nauta. Idio en griego significa en vela, es decir, va para donde sopla el viento sin control. El cibernauta exige timón.
-Imagino a la maestra diciéndole a ese idio nauta “busquen en internet tal tema”…
-Es terrible. Primero hay que saber cuál es la capacidad de selección del sitio. La abundancia, ahoga. El alumno que ingresa a una determinada página de internet tiene que saber leer e interpretar, porque sino es una mera copia. Porque el sistema de marcar con el mouse, copiar y pegar en un nuevo documento, no es otra cosa que un acto elemental de jardín de infantes a través del engrudo y la tijera. Por eso el alumno no tiene capacidad de selección y tampoco ejercita la capacidad crítica para discernir la calidad de un material de otro. La educación no es la sustitución de una cosa por otra, sino una integración.
-¿Qué extraña de Gualeguaychú?
-Extraño mucho el río. El poder ir al río con mi boina y de alpargatas y pasar un día entero, remar en torno a la isla. Todo eso que fue para mí muy formativo porque me puso en contacto con la naturaleza. Le hablo de mediados y finales de los años ´50. Antes de irme a estudiar a La Plata en 1959, teníamos un grupo de amistad muy cálido y fecundo. Íbamos al Ñandubaysal, cuando ese balneario no tenía ni el diez por ciento de lo que ofrece hoy. A la mañana hacíamos ruidos con las ramas para que se vayan las rayas o teníamos la playa, inmensa, para jugar al fútbol. Tuve una infancia y una juventud muy rica en Gualeguaychú. Para mí fue una etapa interesantísima y maravillosa. Cuando entre los amigos organizábamos un campamento, algo habitual en aquellos años, teníamos que afanar de nuestras casas algunos víveres que íbamos acopiando como arroz, fideos, yerba. Generalmente en la casa de Aurelio Pérez Cattaruzza almacenábamos los frascos con los víveres. No perdíamos el tiempo. Durante la noche nos dividíamos en grupo alrededor del fogón y discutíamos los más diversos temas. Eso nos fue preparando para la vida. Cuando teníamos pocas posibilidades de luz, uno leía en voz alta para todos y luego debatíamos, hasta que un criollo nos trajo unas tortas fritas y abandonamos toda actividad intelectual… aunque esa es otra historia.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO ©
Este contenido no está abierto a comentarios