Juguetes rotos en Gaza
“Y cada vez hay menos paz”. La isla de la buena memoria, de Alejandro Lerner. *Por Monseñor Jorge. E. Lozano
La violencia de la guerra es destructiva. La garra de la muerte derriba edificios públicos, escuelas, casas... y a quienes están dentro. Ancianos, niños, jóvenes, adultos, varones, mujeres... No discrimina por edades o credos. Ha ido creciendo desde hace unos días la tensión y la violencia en Oriente Medio. La reciente tregua aporta alivio temporalmente mientras las soluciones definitivas parecen estar lejos.
En estos días centré mi atención especialmente en los niños de Gaza para rezar por ellos.
Muchos niños murieron sin conocer la paz y la justicia. Otros quedarán mutilados, como para tener una huella permanente en su cuerpo del horror de los misiles.
Están también quienes quedaron huérfanos al cuidado de vecinos o familiares.
Es común que los niños tengan miedo a la oscuridad o las tormentas. Pero no es natural que en ellos se instale el miedo a jugar afuera o estar bajo techo, miedo a no saber si papá regresará del trabajo o mamá de hacer alguna compra.
En las calles de Gaza hay miedo y desamparo. El llanto de los niños es el resultado de la locura y necedad de los adultos. Casi podría escucharlos.
Imágenes de los diarios, la televisión, Internet nos acercan la crueldad, la brutalidad, el sinsentido, el desprecio a la dignidad humana.
Es difícil rezar allí. En esta semana se publicó un artículo en un diario de tirada nacional con el testimonio de un sacerdote y dos religiosas argentinos que están viviendo en la única Parroquia católica sirviendo en la fe a ese pueblo. Celebran misa fuera del Templo por temor a los bombardeos, tuvieron que suspender las clases del colegio parroquial y todas las actividades pastorales. Hasta rezar se hace difícil.
La gente no quiere salir de sus casas y se hace complicado brindar acompañamiento a las familias que sufren por la muerte. Otros están abrumados por el pánico que provocan los estruendos, algunos más cercanos que otros.
La diplomacia mundial choca con intereses políticos internos y económicos globales. Muchos queremos la paz pero los responsables de instalarla en Gaza parecen ocupados en otros quehaceres.
Hoy celebramos en la Iglesia la solemnidad de Cristo Rey del Universo. En las tierras por donde Jesús anduvo predicando hace falta insistir en la Buena Noticia del Evangelio: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5, 9).
El miércoles pasado se encontraron para rezar por la paz, referentes de diversas confesiones religiosas en la Catedral de Buenos Aires. Cada uno, en su propia fe oró -algunos con cantos- y se comprometió en la búsqueda de la paz.
“Todo se pierde con la guerra. Todo se gana con la paz.” Esta frase le pertenece a Pablo VI y la llevó a la oración interreligiosa el cardenal Bergoglio. Te invito a sumarte en esta oración.
Paz, Hetep, Peace, Paix, Kapayapaan, Pace, Salam, Shalom, Pax, Pyguapy…
En todos los idiomas y con todas las letras. Es urgente nuestra oración y compromiso. Por Monseñor Jorge Eduardo Lozano
Monseñor Jorge Eduardo Lozano es Obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
En estos días centré mi atención especialmente en los niños de Gaza para rezar por ellos.
Muchos niños murieron sin conocer la paz y la justicia. Otros quedarán mutilados, como para tener una huella permanente en su cuerpo del horror de los misiles.
Están también quienes quedaron huérfanos al cuidado de vecinos o familiares.
Es común que los niños tengan miedo a la oscuridad o las tormentas. Pero no es natural que en ellos se instale el miedo a jugar afuera o estar bajo techo, miedo a no saber si papá regresará del trabajo o mamá de hacer alguna compra.
En las calles de Gaza hay miedo y desamparo. El llanto de los niños es el resultado de la locura y necedad de los adultos. Casi podría escucharlos.
Imágenes de los diarios, la televisión, Internet nos acercan la crueldad, la brutalidad, el sinsentido, el desprecio a la dignidad humana.
Es difícil rezar allí. En esta semana se publicó un artículo en un diario de tirada nacional con el testimonio de un sacerdote y dos religiosas argentinos que están viviendo en la única Parroquia católica sirviendo en la fe a ese pueblo. Celebran misa fuera del Templo por temor a los bombardeos, tuvieron que suspender las clases del colegio parroquial y todas las actividades pastorales. Hasta rezar se hace difícil.
La gente no quiere salir de sus casas y se hace complicado brindar acompañamiento a las familias que sufren por la muerte. Otros están abrumados por el pánico que provocan los estruendos, algunos más cercanos que otros.
La diplomacia mundial choca con intereses políticos internos y económicos globales. Muchos queremos la paz pero los responsables de instalarla en Gaza parecen ocupados en otros quehaceres.
Hoy celebramos en la Iglesia la solemnidad de Cristo Rey del Universo. En las tierras por donde Jesús anduvo predicando hace falta insistir en la Buena Noticia del Evangelio: “Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5, 9).
El miércoles pasado se encontraron para rezar por la paz, referentes de diversas confesiones religiosas en la Catedral de Buenos Aires. Cada uno, en su propia fe oró -algunos con cantos- y se comprometió en la búsqueda de la paz.
“Todo se pierde con la guerra. Todo se gana con la paz.” Esta frase le pertenece a Pablo VI y la llevó a la oración interreligiosa el cardenal Bergoglio. Te invito a sumarte en esta oración.
Paz, Hetep, Peace, Paix, Kapayapaan, Pace, Salam, Shalom, Pax, Pyguapy…
En todos los idiomas y con todas las letras. Es urgente nuestra oración y compromiso. Por Monseñor Jorge Eduardo Lozano
Monseñor Jorge Eduardo Lozano es Obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.
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