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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
Opinión

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La ausencia humana es saludable

La ausencia humana es saludable

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La explosión de uno de los cuatro reactores de la central nuclear de fisión a 18 kilómetros de la ciudad ucraniana de Chernobil fue el accidente más grave provocado hasta ahora por el uso pacífico de la energía atómica.

Chernobil hace tres décadas fue considerada un desierto para la vida, pero con cierto asombro la vida vuelve a desmentir las predicciones.

El 26 de abril de 1986  hubo en la central una prueba para averiguar durante cuánto tiempo la turbina de vapor continuaría generando energía eléctrica una vez cortado el flujo de vapor. La finalidad era mejorar la seguridad de la central, conocer de cuánto tiempo disponían los técnicos en caso de avería para poner en marcha los motores diesel en caso de que un desperfecto cortara el suministro   de vapor de agua.

A la una y 23 minutos de la mañana del 26 de abril se produjo una gran explosión, y unos segundos más tarde, otra   que hizo volar la losa del reactor y las paredes de hormigón. Fragmentos de  grafito y combustible nuclear volaron fuera de la central y el polvo radiactivo se diseminó en  la atmósfera.

La cantidad de material radiactivo liberado fue 400 veces superior al de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial.

El accidente produjo  la muerte inmediata de 59 trabajadores pero los caso de cáncer de tiroides rondan los 5000  y otras 3500 murieron por efecto directo de la radiación. Otras estimaciones indican que alrededor de medio millón de personas murieron  en toda Europa por males atribuibles a la nube radiactiva que cubrió el continente.

La radiación obligó a retirarse  de sus viviendas en los alrededores de la represa a más de 350.000 personas y a dejar deshabitado un territorio de 4200 kilómetros cuadrados, un poco menor al departamento Paraná.

Gracias a la desaparición del ser humano han vuelto mamíferos grandes como no se veían por ahí desde hace siglos. Hoy en Chernobil viven osos, bisontes, lobos, linces, caballos de Przewalski (caballo salvaje mogol), mamíferos chicos  y unas 200 especies de aves, entre otros animales. Allí viven especies que se daban por desaparecidas o en peligro inminente de extinción, como  el oso pardo, el bisonte europeo,  la cigüeña negra y el águila pomerana.

Chernobil hace tres décadas fue considerada un desierto para la vida, pero con cierto asombro la vida vuelve a desmentir las predicciones y  Chernobil es ahora una zona de  conservación de la fauna. Paradójicamente, es necesario mantener la integridad de la zona de exclusión como reserva si se pretende que en el futuro siga siendo un refugio para los seres vivos.

Una conclusión provisional es que los seres vivos tienen una capacidad de adaptarse a la radiación mayor que la esperada  y sobre todo que la presencia humana les resulta más dañina que el mayor accidente nuclear hasta ahora.

Los biólogos no confirmaron sus hipótesis de que habría menos animales debido a la contaminación radiactiva que en otras reservas no contaminadas  y  que notaría un declive de la densidad de mamíferos después del accidente.

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