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Diario El Argentinomartes 23 de abril de 2024
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La “Chacra del Cura”

La “Chacra del Cura”

Estimados lectores, esta nota se referirá al historial de las tierras que ocupa el Regimiento de Caballería de Exploración 12 “Dragones Coronel Zelaya” con asiento en nuestra ciudad y la vieja casona que allí se encuentra y que muchos ignoramos sus orígenes.


Por Jorge Pedro Jurado

(Colaboración)

 

Según los viejos documentos existentes, las tierras donde se ubica el Regimiento pertenecían a un señor llamado Teodoro Muñoz, quien las legó a su hija Andrea en 1828 y se contrajo una hipoteca por 54 pesos moneda metálica de entonces. Por ello resultó acreedor hipotecario don Juan Melgar Pérez quien pasó a poseer este predio al vencer el plazo estipulado en el contrato hipotecario que aparentemente no fue cumplido.

Al morir Juan Melgar Pérez (asumimos que de ahí surge el nombre de la Cañada), quedó como dueña su esposa Florencia Navarro y sus hijos. Parte de esta tierra es posteriormente vendida al sacerdote Manuel María Erausquín, quien se afincó con su madre y hermanos en 1847, trabajando la tierra como chacra. De allí comenzó a llamarse a esa zona la “Chacra del Cura”.

El Cura levantó su casa de ladrillo como la mayoría de las de esa época, techada en paja, con galpones y otras dependencias. En 1856 se vendieron ante el escribano público José M. Méndez Rodríguez "cuadros” de chacra (cuadrados de 200 varas de lado), comprendidos dentro de la chacra. Nos han informado que no hay datos precisos, ni documentos que confirmen el traspaso de las tierras de la Chacra del Cura a don Justo José de Urquiza pero en los hechos el general Urquiza poseyó las mismas como propietario. En 1853, año que Urquiza detentó la Primera Magistratura de la Nación, en dicha chacra se recibieron como huéspedes al ministro Plenipotenciario Robert C. Schench y el encargado de negocios ambos de la Embajada de Estados Unidos, para continuar al día siguiente al Palacio San José donde saludarían al general en su residencia después de convenir tratados de negocios en Gualeguaychú.

Se deduce que el casco de la chacra, para recibir a tales huéspedes, debía ya condecir con los personajes a quien daba albergue. Era de líneas similares a construcciones de la época, de plano regular, bajo y rodeado de galería en tres lados, sostenida la casona sobre sólidos pilares que se unían en arcadas de medio punto. Un mirador de base cuadrada, con un balcón de hierro forjado con vista al poniente, daba este espacio a una azotea de piso de cerámica roja, lugar ideal para reuniones en días cálidos. Un pequeño aljibe sencillo, se ubicaba sobre la galería. Toda la chacra se encontraba rodeada de árboles bien cuidados y prolijo césped.

Según reza la descripción que se facilitara a quien esto relata por la Jefatura de nuestro Regimiento, existía un portal con el nombre del General Urquiza calado en un arco de hierro colocado en un dintel de la abertura, que se mantuvo al menos hasta 1934, y a partir de esa fecha, la chacra quedó deshabitada. Ahora tan solo el viejo casco y el aljibe testimonian aquella época.

El sacerdote Manuel María Eurásquin llegó a Gualeguaychú en 1848 con su madre y hermanos, asentándose a una legua de la plaza principal de la Villa. Era doctor en Cánones y Teología, español de nacimiento, se radicó en la Villa en momentos en que Entre Ríos daba un fuerte impulso a la instrucción pública. Luego del triunfo en el Potrero de Vences, la población se daba el tiempo para la vida en familia, la atención de sus tierras y la paz hizo que aumentara en pocos años el número de habitantes. Nuestra provincia tentó la radicación de extranjeros y hombres de otras provincias. La planta urbana de Gualeguaychú creció en población, de 2.848 a 4.337 habitantes y las casas de 528 se fueron a 855, en el lapso de cinco años.

Se dice en los antecedentes que urgía pues construir una nueva escuela, un templo con mayor capacidad, un cementerio en sitio más apropiado en espacio y distancia, que el pegado a la iglesia, frente a la plaza. El cura Eurásquin, con igualdad de dotes de orador, es quien condujo los actos de inauguración de la Capilla del cementerio de la Loma (hoy hospital Centenario) en 1850, como las del traslado en 1853 de los objetos sagrados desde la vieja y deslucida iglesia al nuevo templo ubicado en calle San José entre Urquiza y Luis N. Palma (hoy nuestra Catedral).

Se afirma que el cura era de carácter franco, generoso y muy culto en el trato social, firme en sus convicciones y celoso de su dignidad personal, pero muy sincero a la hora de desempeñar su ministerio, que poseía tendencias liberales, lo cual formaba una dualidad en su carácter. Eurásquin no silenciaba opiniones sobre las actitudes de los funcionarios del momento, no esquivando su crítica y protesta cuando las provocaban actos del salvajismo que solían ocurrir, sin temor alguno, aun cuando se tratase del mismo Urquiza. El gesto del padre Eurásquin irritaron al gobierno, el cual ordenó la prisión del sacerdote, engrillado y acusado de “inmundo unitario”.

Encarcelado se le comunicó la orden de fusilamiento para la madrugada siguiente donde fue trasladado a San José. Ahí luego del encuentro con Urquiza es perdonado. Desde San José fue liberado y se lo envía a Gualeguaychú. Desde allí planifica su gran obra de pedagogo.

Se le acuerda un sueldo, reservándolo para la misión de organizar y dirigir el Colegio del Uruguay, más tarde el Histórico Colegio Justo José de Urquiza, formador de notables personalidades argentinas y extranjeras.

Al iniciar el ciclo lectivo de 1854 Eurásquin renunció y fue reemplazado por otra figura que continuó la obra con la más alta capacidad y eficiencia, el doctor Alberto Larroque el que, ante el ofrecimiento hecho en 1854 cuando vedado a ejercer la abogacía, respondió: “Mucho he meditado sobre la generosa propuesta… La imponente marcha de la provincia de Entre Ríos, los relevantes méritos del ilustre General Urquiza, que tanto trabaja por su engrandecimiento y que tan eficazmente protege el progreso y la ilustración, desde luego me han movido a admitirla”. Larroque tomó en 1854 la obra de Eurásquin que había impreso al colegio del Uruguay los cimientos de fama.

Ahora bien, en los terrenos de la Chacra del Cura se levantó la edificación descripta al comienzo de esta nota y actuó como dueño el general Urquiza quién al legar sus bienes, le heredó a su hijo Cayetano, una chacra en Gualeguaychú, con todas sus poblaciones, útiles, etc. Fue entonces que los herederos de Manuel Maria Eurásquin iniciaron juicio por reivindicación de una quinta y daños y perjuicios, el que corrió a pedido de don Juan B. Andressi, representante de la sucesión de Urquiza y según lo mandado por el juez de Primera Instancia en el auto de fecha catorce de noviembre de 1881, según reza el acta labrada en Concepción del Uruguay, el 15 de noviembre de 1881 ante don Bernardo G. Caffa, escribano público.

En 1882 Cayetano Urquiza confirió poder a Don Jacobo Spangemberg de Gualeguaychú para que, en su nombre pidiera la mensura de una suerte de chacra ubicada en el departamento. Los antecedentes vistos expresan que el agrimensor Juan Leo, nombrado a petición de las partes, por la Municipalidad de Gualeguaychú para medir y amojonar la chacra denominada del Cura de propiedad de Don Cayetano Urquiza.

Este agrimensor se dice que caminó las líneas limites no tan precisas, donde halló mojones antiguos, viejos y de la época, de piedra varios, de hierro otros.

Se cuenta que Don Cayetano Urquiza prosiguió el pleito para desalojar la propiedad, patrocinado por el doctor Mario Cesar Gras, contra un tal Neirotti que fue patrocinado por el doctor Emilio Marchini. El 5 de noviembre de 1885, esta disputa recibió sentencia condenando a Neirotti a desalojar la chacra en tres días. Muchos años después, en el año 1937 don Mariano Mazaeda, compró en remate una chacra que comprendía el casco con aljibe y construcciones anexas, con un portal para coches abierto al sur, que coronaba un arco de hierro con la inscripción “Justo José de Urquiza”.

Su hija Mariana Mazaeda cuenta que su padre era un parroquiano del Café Argentino (25 de Mayo y Rocamora). Allí se encontraba con amigos y en aquel lugar conoció a un militar de apellido Rubio quien le propuso también la venta de las tierras al Ejército que necesitaba sus cuarteles, luego de ocupar por mucho tiempo las instalaciones de la Sociedad Rural Gualeguaychú en calle Rocamora. Don Mariano Mazaeda consultó con su abogado, Eliseo Correa quien le aconsejó que vendiera su chacra, con que facilitaría el progreso para el pueblo, ya que de otra forma, podrían expropiársela, por ser de interés público. Posteriormente se agregaron a la compra otros lotes linderos, ampliando la posesión. Fue así pues que el Estado Nacional se hizo de las tierras que hoy ocupa nuestro regimiento y que dentro de la misma, ya vieja y ruinosa se encuentra la casona que otrora perteneciera al general Justo José de Urquiza. Hermosa historia que muchos desconocíamos.

Agradecemos la colaboración del Sr Jefe del Regimiento Tte. Coronel Carlos Alfonso y el Sr. Jorge “Coqui” Perez quienes amablemente colaboraron para esta nota.

 

(*) El autor de este artículo es abogado, periodista, escritor de varios libros: “Poesías desde el alma”, “Don Pedro”, “Mi río, mis poesías, mis recuerdos”. También conductor del programa de radio “Tres por Semana “en la FM 91.3 de la Ciudad de Buenos Aires, columnista en LT 41 y director de El Censor Online, periódico  que se publica todos los domingos en el grupo de Facebook denominado “ El Censor Online”.

 

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