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Diálogo con Diego Young, fiscal de Cámara jubilado y periodista

Diálogo con Diego Young, fiscal de Cámara jubilado y periodista

“El fiscal cuando no tiene pruebas no puede acusar y eso es parte del servicio de Justicia”


Diego Roberto Young nació el 22 de febrero de 1940 en Buenos Aires. Pero como él mismo lo reconoce: “Me vine a Concepción del Uruguay en 1979 y desde entonces lo hice mi lugar en el mundo y donde actualmente vivo”.

Proviene de una familia numerosa, con nueve hermanos y un séptimo hermano que fue ahijado de Juan Domingo Perón. Él es el tercero de esos nueve hermanos. “Mi madre falleció cuando nació el último hijo. La mía fue una familia modesta, de clase media. Mi padre, que era abogado, nos educó a todos él solo en un momento muy desgraciado”, explica y aclara por si hace falta: “Él era subsecretario de Obras Públicas en el gobierno de Perón y lo echaron y quedó en la vía total, luego de una larga carrera administrativa. Sin derecho a la jubilación. Así que hemos conocido la comodidad y la pobreza”.

Young, quien también es familiar del Che Guevara y fundador del colegio Cardenal Newman, fue fiscal de Cámara en La Histórica y actualmente está jubilado aunque ejerce la docencia, su otra pasión en la vida.

Llegó a Gualeguaychú el viernes para dar una conferencia en el Colegio de Abogados titulada “Reflexión crítica sobre Juicio por Jurado”. Y en ese marco, dialogó con EL ARGENTINO, donde dejó constancia de por qué se opone al sistema de juicio por jurado, pero también compartió su reflexión sobre uno de los males de esta época: la falta de compromiso por la educación y el compartir valores.

 

-Puede compartir cómo fue su primera formación…

-Mis primeros años de primaria los cursé en el colegio Santa Isabel de San Isidro que pertenecía a los salesianos de Don Bosco. Luego cuando se abre el Cardenal Newman (el colegio donde estudió el actual presidente de la Nación, Mauricio Macri) fui de los alumnos fundadores del primer año en 1948 y pertenezco a la primera promoción de quinto año del bachiller.

 

-¿Y la vocación por la abogacía, más allá de su padre que habrá seguramente marcado un camino, cómo le llega?

-Hubo dos cosas que son inseparables: siempre fui compañero de mi padre y siempre me interesó la abogacía. Estudié en la Universidad de Buenos Aires (UBA) donde me echaron… me refugié en la Universidad de Belgrano y más tarde me permitieron retornar a la UBA. Egresé en 1997.

 

-Pero usted se va a vivir a Concepción del Uruguay dos años después, en 1979…

-Así es. No me hallaba en Buenos Aires a raíz del clima de violencia que se vivía en esa época. Padecí allanamientos, porque soy familiar de Ernesto “Che” Guevara, quien era primo de mi madre por parte de Guevara Lynch. Y a Concepción del Uruguay llego por una invitación de Ricardo Sáenz Valiente, quien en ese entonces dirigía y era propietario del diario La Calle. Justamente llego para manejar el diario…

 

-Se quedó en silencio…

-Es que me acordé que de pronto, una vez en Concepción del Uruguay, me nombraron juez de Paz. Luego fui fiscal y más tarde fiscal de Cámara… y actualmente estoy jubilado.

 

-Recuerdo una época donde usted escribía las editoriales del diario La Calle y simultáneamente era fiscal. Fue criticado por esos roles, aunque sin embargo prevaleció en su defensa la libertad de expresión…

-Siempre defendí la libertad de expresión a ultranza… pero de manera más enfática cuando había cuestiones ambientales de por medio. Usted se acordará la polémica por la curtiembre que contaminaba el arroyo La China en Concepción del Uruguay, que fue de alguna manera todo un emblema. Sáenz Valiente, al que siempre rescato por su postura moral, le ofrecieron “el oro y el moro” a través del diario para deponer la cuestión de la curtiembre. Sin embargo él se mantuvo en su postura, pese a la oposición que se ejercía desde sectores privados, políticos y económicos. Después, por esos misterios que se vivían bajo la presidencia de Carlos Saúl Menem, la fábrica se fundió.

 

-Como fiscal y como hombre del periodismo habrá visto muchas miserias humanas…

-Muchas, incluso las sigo viendo.

 

-Pensando en los casos de abusos a menores como el de Gustavo Rivas o el caso de Micaela García… llama la atención la capacidad del ser humano para destruir al semejante…

-Bueno, esa capacidad se ha aumentado exponencialmente en los últimos años. No sé si será por influencia de la droga; si será por la influencia de los medios electrónicos de comunicación como la televisión; o del fácil acceso a la pornografía a todas las edades… Lo concreto es que en la sociedad se ha instalado un nivel de violencia que me espanta. Y esto no es de los últimos años, sino que responde a un proceso que se generó desde hace muchas décadas. Y ese proceso ha facilitado o incentivado que estos hechos salgan a la luz. Y aclaro que si bien antes estos hechos aberrantes también existían, muchos se ocultaban… pero de todos modos no era en los niveles que se viven en la actualidad. Por eso son temas que constituyen un desafío enorme para la Justicia.

 

-Frente a esa realidad, cómo recrea la esperanza en el ser humano…

-Hay varios motivos para sostener la esperanza. Primero, siempre esperamos el resultado positivo o fecundo de la educación. Por eso sigo vinculado al ámbito educativo y en la actualidad soy un docente de la Universidad Católica Argentina (UCA) desde su fundación y todavía sigo dando clases en esa casa de estudios. Y después tengo la convicción de que quienes me sucederán en la vida, serán mejores.

 

-¿Por qué a pesar de tantos mecanismos de comunicación, cuesta tanto el diálogo inter generacional, el diálogo ciudadano?

-La falta de diálogo no se suscita por la falta de comprensión, sino de una falta de iniciativa para comprender al otro. Esa falta de iniciativa para comprender al otro es lo que nos falta como sociedad; es decir, el deseo de comprender al otro. Debemos partir de la base de que todos somos diferentes, pero esa diferencia no nos da derecho a pensar en que podemos ser superiores o tener siempre la razón en todos los temas. Al contrario, el vivir la diversidad permite tener la apertura de comprender que el otro puede estar en lo cierto. Ya lo decía Santos Tomas de Aquino: tengo opinión, pero debo estar abierto para comprender que el otro tenga la verdad.

 

-Siguiendo en esa filosofía, se podría afirmar que los intereses de una persona pueden cambiar de un momento a otro… pero lo que no debería cambiar son los valores…

-Así es y eso se aprende en nuestra primera escuela de vida que es la familia. Y luego se afianza con el estudio del sistema que sostienen esos valores. No es casual que las dos materias que enseño en la Universidad de Concepción del Uruguay, son materias de valores: una es Ciencia Política y la otra Derecho Constitucional; es decir, lo que nos sostiene como sociedad.

 

-Conozco a muchas personas que han pasado los 70 años y apenas tienen un séptimo grado, pero sin embargo son dueños de una caligrafía casi dibujada; con una cultura general muy amplia… y cuando se los compara con los actuales estudiantes se puede concluir que hubo avances en la instrucción, en la especialización; pero no en la educación….

-Más allá de la diversidad de carreras que se tienen en la actualidad para elegir y que es algo muy provechoso, es evidente que se vive un deterioro en la formación de una persona. Y en gran parte, no en todos sus aspectos, hay una enorme responsabilidad de los docentes. Miremos la gran cantidad de ausencias que genera en el año lectivo un profesor y especialmente su influencia no se refleja en la realidad de una mejor enseñanza, de una mejor educación en las escuelas. Y eso es lamentable.

 

-Y para males, la familia no se preocupa ni se ocupa como debiera…

-Ese es otro aspecto esencial. En la actualidad las familias creen que la educación se brinda solamente en las escuelas. Y piensa así porque les queda más cómodo, porque previamente se ha desentendido de su responsabilidad primigenia que es la de educar a los hijos.

 

-Si bien está jubilado como hombre de la Justicia… recuerda algún caso que lo haya “rebelado” y “revelado”.

-Debo aclarar que para los que transitamos o hemos transitado la Justicia, todos los casos son importantes y diferentes al mismo tiempo, porque todo caso es único. Pero es cierto que hay unos casos que pueden ser más dolorosos que otros. En mi experiencia, ese dolor se manifiesta de manera exponencial cuando como fiscal no logro identificar al culpable. Y en ese marco, el caso conocido como Flavia Schiavo, que quedó impune, me ha generado un enorme dolor. Fue un caso que como fiscal estuve en contra de la voluntad de la familia y del abogado querellante, y tuve que solicitar la absolución de los acusados por la falta de pruebas; ni siquiera por el beneficio de la duda. El testigo base de ese juicio mentía y así lo admitió… y yo no iba a acusar a una persona en base a una mentira por más que tuviera a todo el público pidiéndome que condene. Podría decir que este ha sido el único caso que me ha quedado como una espina, sobre todo porque ha quedado impune y ante la falta de comprensión de que a veces un fiscal no tiene elementos para acusar. El fiscal no es un acusador profesional. El fiscal cuando no tiene pruebas no puede acusar y eso es parte del servicio de Justicia. Insisto, este ha sido el único caso en que me he quedado mal.

 

-Usted vivió varios cambios de paradigmas en la Justicia penal entrerriana, tal vez el más significativo haya sido el de la oralidad…

-Inicialmente fui un crítico de ese cambio, pero luego fui un ferviente defensor de esa iniciativa. Podría decir que en la actualidad soy el primer aplaudidor de ese cambio. Y reconozco que estuve equivocado… y hoy lo defiendo porque he comprobado que el sistema, al que siempre se puede mejorar, es magnífico.

 

-¿Y con el juicio por jurado?

-Me opongo, justamente porque tenemos este sistema (el de la oralidad) que funciona muy bien, cuál es el argumento para mudarnos a otro sistema desconocido. Por qué cambiar algo que funciona bien. Podemos mejorarlo, sí… pero que eso no implique ir hacia algo que no conocemos. Además, la oralidad en la historia de la Justicia entrerriana es muy corta… y ya pensamos en cambiarla.

 

-¿Considera que en el fuero Civil también se debería incorporar la oralidad?

-Es distinto. Lo ensayó La Rioja y no le resultó. En el fuero Civil se discuten otros temas, a lo mejor los temas de familia podrían ir más hacia la oralidad. Pero hay temas que no lo admiten. Tan es así que en Estados Unidos, por ejemplo, la oralidad ya no rige en el fuero Civil y Comercial… ni tampoco en lo Contencioso Administrativo. En rigor, la oralidad en Estados Unidos ha disminuido muchísimo. Y le aporto algo más: el juicio por jurados en ese país no llega siquiera al uno por ciento de los casos. Y en Inglaterra es el 0,8 por ciento del total de juicios. El juicio por jurados se ve más en las películas que en los Tribunales. Tanto en Estados Unidos como en Inglaterra hay que caminar mucho para encontrar un tribunal que sustancie una causa de juicio por jurados.

 

-¿Y cuáles son las razones por las que usted no comparte el juicio por jurados en la provincia?

-Tengo muchas razones. Una de ellas es que se puede utilizar para casos muy específicos. Me sorprende que sea para casos de corrupción pública. Y en el caso de Entre Ríos, con un jurado de nueve miembros, con solo cinco puede absolver. Y esto es como facilitarle la salida… y eso me crea una gran sospecha. Fíjese que en Estados Unidos hay que tener mayoría de doce y debe existir unanimidad; o como en Inglaterra que hay jurados de once miembros, donde para absolver se requiere de diez votos. En Entre Ríos, con una simple mayoría absuelve y eso ni siquiera es una duda razonable, sino una duda más grande que una casa.

 

Por Nahuel Maciel

EL ARGENTINO


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