Mujeres que hacen cosas...
Con el zumba en el alma y el cuerpo
Sus nombres son Silviana Eunice, que remiten al Brasil de sus padres Neuza y José.
Hace 22 años vino a Gualeguaychú, desde su Misiones natal. Su papá lo hizo primero, “porque trabajaba con la madera y estuvo muchos años en El Potrero. Y al cabo de un tiempo y viendo la situación de Misiones, decidió traernos.. Somos cinco hermanos y no tenemos más familia que nosotros...”, contó de una Silviana Lemes, la instructora de zumba que cada tanto nos convoca a un zumbatón solidario, como el que ya está pergeñando para noviembre.
¿Cómo se llega a ser instructora de zumba?, preguntamos y ella explicó “la capacitación se toma con profesores que vienen de Miami a certificar. En noviembre se cumplirán cuatro años de que traje el zumba a Gualeguaychú. Soy la primera instructora de aquí. Cuando empecé no lo conocían. Lo fui llevando de a poquito y hace un año explotó, al punto que tengo varias colegas”.
Para Silviana, una clase de zumba es, como dijo, “una fiesta. El profesor tiene que mojar la camiseta junto a sus alumnos, si no, no es una clase de zumba. El alumno no tiene que saber los pasos ni seguirlos tal como los marcamos; en cambio, tiene que divertirse, pasarla bien y olvidarse del mundo que deja afuera.”
Dicho esto, completó señalando “Zumba es una mezcla de ritmos y gimnasia localizada. Es más intenso que una clase de salsa, por eso entra dentro de lo que es fitness, que es el trabajo intenso localizado. Y puede ir para cualquier persona, siempre que tenga el apto médico. Trabajamos piernas, brazos, glúteos, abdominales, así que bailando, sin darse cuenta, se gastan 800 calorías en una clase”.
¿Si hacés Zumba dos veces por semana, aprendés a bailar con ritmo y onda?
“Sí”, dijo sin vueltas, para comentar “en las primeras clases la persona se siente un poco descolocada, pero al mes ya es otra. Cuando empiezan, van vestidas muy discretas, para pasar desapercibidas. Y a los dos meses, llevan el color en el cuerpo. Las ves de flúor, son un solo colorinche. Y se preparan así porque sienten que van a una fiesta”.
¿Con qué música se baila?, “tenemos salsa, reggaeton, merengue, bachata, afro. El creador, Beto Pérez, fue por el mundo entero, buscando ritmos de cada lugar. Hoy vas a una clase de zumba y podés encontrar una variedad enorme. Mis clases son muy dinámicas, hay que ir de zapatillas, ropa deportiva, llevar toallita y mucha agua, porque por más que haga frío, se van empapadas.
Es muy lindo ver cómo mis alumnas se divierten, cómo soy el puente entre el zumba y la felicidad de ellas, algo que no tiene precio”.
Silviana dedica las mañanas a su familia y su casa y a partir de la dos de la tarde, suele dar tres o cuatro clases, lo que hace que termine el día “destruida pero feliz, cansada físicamente, porque también voy de un gimnasio a otro”.
Aquí contó que tiene varios grupos, de acuerdo a los lugares donde enseña a zumbar: en Urquiza al oeste, cerca de la costanera, cerca del cementerio y en Pueblo Nuevo, de manera que sus clases se pueden tomar en distintos días, horarios y puntos de la ciudad.
Y a esto hay que agregar cada zumbatón solidario, que hasta el momento han sido tres y masivos.
“Cuando hago algo por alguien, siento que mi día está completo, que valió la pena..., nos dijo pensando en el que hará en noviembre, que quiere hacer al aire libre, aprovechando el espacio nuevo del paseo de la costanera del tiempo.
Y como hay que verla marcar las coreografías sin parar, le preguntamos si hay un límite para enseñar y bailar y Silvina dijo tranquilamente “voy a seguir hasta que mi cuerpo me diga basta. Hasta que me sienta cansada y no tenga ganas de ir a una clase. Porque si perdés las ganas es porque tu cuerpo no te puede seguir y te avisa.
Y como tiene títulos de instructora de técnicas de gimnasia, de spinning, de personal trainer, que dejó en un cajón porque el zumba la hace feliz, ya tiene la solución para cuando el cuerpo le dé ese aviso del que hablamos...
Por Silvina Esnaola
EL ARGENTINO
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